Corría la segunda mitad de los setenta cuando algunas chicas canguesas comenzaban a acercarse a un deporte mayoritariamente varonil en aquella época, como era el piragüismo. Allí, en el remanso del bucólico paraje conocido como La Llongar, en aguas del río Sella, junto a otros muchos compañeros del histórico Club Sirio, se iniciaban en esa disciplina tres auténticas pioneras en la práctica de esa especialidad en la zona de Cangas de Onís: Ana Rodríguez, Nieves González y Patricia González.

De esa terna de palistas, sólo una de ellas, Ana Rodríguez Fernández, llegó hasta casi las mismísimas puertas de unos Juegos Olímpicos: los de Moscú de 1980. Esta pasada semana, ante las nuevas generaciones de piragüistas del Sirio, pudo conocerse al detalle el envidiable palmarés de una chica que, si no llega a ser por las tropelías federativas del momento, a buen seguro -merced a sus innatas condiciones físicas- hubiese hecho algo muy grande dentro del deporte femenino en este país.

Le tocó vivir un período en el que no estaba reconocido el esfuerzo de la mujer en el deporte español y mucho menos en una disciplina tan sufrida como el piragüismo. Los primeros éxitos le llegaron en el Sella de 1976 y de 1977, quedando tercera, ambos años, en K-2 con Nieves Rodríguez. Después llegarían las citaciones para la selección española, a finales de 1977, codeándose con internacionales de la talla de Herminio Menéndez, Misioné, Díaz-Flor y Celorrio, subcampeones olímpicos en Montreal, la «flor y nata» del deporte de la piragua a finales de aquella década.

Pero, el «boom» de Ana Rodríguez arribó en 1978, ganando varios Campeonatos de España, el Descenso del Sella (en K-1), el Ascenso del Nalón, la regata «Albatros», diversas competiciones de la Semana Internacional, etcétera. Una retahíla de triunfos que le supuso recibir aquel mismo ejercicio la medalla al Mérito en el Deporte, otorgada por el Consejo Superior de Deportes, a través de la Delegación Provincial, en un acto desarrollado en el hotel de la Reconquista, en la capital asturiana. Una presea que dice mucho a su favor y que pocas deportistas de este país pueden contar que tienen en sus casas.

La meteórica carrera de Ana «la piragüista», como se le conocía en Cangas, siguió plagada de victorias en 1979, hasta convertirse en la primera piragüista española que lograba una medalla en una prueba internacional con la selección española. Fue en el canal de remo de Zaton, cerca de Sibenik, en los Juegos Mediterráneos de Split, Allí, en aguas de la antigua Yugoslavia, la palista del Club Sirio se hacía con la presea de bronce, en distancia olímpica, en K-1 500 metros. Además, en esa misma competición, «dobló» en K-4, formando tripulación con Luisa Álvarez, Llanitos y Mari Mar, obteniendo diploma al quedar cuartas.

Exultante en el regreso a casa, pese a que apenas tuvo eco aquella sonora presea por estos lares asturianos -insisto, la primera del piragüismo femenino español-, Ana, camino de los 19 años de edad, se marcaría como objetivo más inminente la preparación del año preolímpico, ya que tenía cosechada la mínima para los Juegos de Moscú de 1980. Pero la ilusión se convertiría en la mayor de las decepciones a unos meses de la celebración de la cita rusa: recibió una comunicación de la Federación Española de Piragüismo en la que le expresaban que no llevarían chicas a la Olimpiada. Así de duro, sin más.

Ana, hundida y totalmente decepcionada, decidió dar carpetazo al deporte que más adoraba y, pese al esplendoroso futuro que le restaba por delante, decidió darle un cambio radical a su vida, lejos del piragüismo. Ahí quedaban todos sus resultados, sus medallas y, por si fuera escaso bagaje, nada mejor para atestiguarlo que la presencia, el pasado sábado, en Cangas de Onís, del que fuera seleccionador del equipo nacional español en aquel brillante lustro (1975-1980), Eduardo Herrero, una persona que tenía una fe ciega en las posibilidades de esa piragüista que rompió moldes en este país, en un período difícil.

El Club Piraguas Sirio, desde su presidente hasta el último de los componentes de la entidad, acertó de pleno al sacar del baúl de los recuerdos el excepcional palmarés deportivo de Ana Rodríguez Fernández para brindarle un más que merecido homenaje a la ex internacional. Desconozco, por parte de las distintas corporaciones municipales de Cangas de Onís o desde la Federación Asturiana de Piragüismo, las razones por las que no se llevó a cabo mucho antes un reconocimiento público a la altura de la trayectoria de esa querida piragüista canguesa. Los méritos están ahí, no se pueden obviar, aunque, tal como dice el refrán, «más vale tarde que nunca».

¡Enhorabuena, Ana, extensible a tu club de toda la vida!