Potes (Cantabria), Rebeca AJA

La intención de recuperar el degradado lago de Ándara, en el macizo oriental de los Picos de Europa, no es nueva ni individual, pero el propósito cobra nuevamente fuerza con la difusión del estudio geológico y geofísico que, en 2010, el Ministerio de Medio Ambiente encargó al Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo. La investigación, que acaba de ver la luz, concluye que fue la intensidad de las labores mineras en la zona las que provocaron, en los años veinte del siglo pasado, la desaparición del antiguo lago cántabro, reconvertido en laguna a causa de las fugas.

Determinar que la pérdida de agua no fue por causas naturales sino por la intervención del hombre era el paso previo necesario para que la Administración diera solidez a la idea que desde hace años venían espoleando diversos colectivos interesados en la recuperación del lago y que, tras las conclusiones del estudio, se torna posible.

«Si sabemos el lugar exacto de la fuga de agua podemos decir que el proyecto de recuperación es viable», señaló uno de los investigadores y profesor titular de Geología de la Universidad de Oviedo, Jorge Gallastegui Suárez. Viable, pero no contundente, porque los expertos ven inalcanzable que se llegue a recuperar la superficie original del lago (325 metros de largo por 75 de ancho y una superficie de 19.000 metros cuadrados). «No sabemos si se va a recuperar toda la superficie original -comenta Gallastegui-, después de su secado hubo cincuenta años más de actividad minera y no podemos descartar que se pudieran abrir otras fisuras». Descubrir nuevas fugas a medida que el lago vaya recuperando masa, si finalmente se interviene, es un riesgo futuro, pero no una certeza. En el estudio no se descarta la existencia de alguna otra posible fuga al suroeste de la laguna.

De momento, el estado actual de la laguna sobre el que se ha trabajado ha permitido determinar una zona de fuga, en la parte noreste del mismo que «coincide con el momento en que se estaban explotando dos filones cercanos al lago», explica Gallastegui. La investigación deduce que la actividad minera llegó a alcanzar una profundidad de hasta 50 metros bajo la cota topográfica de la actual vega del antiguo lago y que algunas galerías debieron excavarse bajo el lecho del lago. Los antiguos planos de labores de la mina recopilados por los investigadores muestran la existencia de galerías horizontales a unos 15 metros bajo el lago y no se descarta la existencia de zonas excavadas a menor profundidad.

Identificada la zona de pérdida de agua que provocó la desaparición del lago de Ándara, el equipo de investigadores aboga por continuar la labor emprendida con una segunda fase e incluso una tercera que permita recuperar el degradado lago. La segunda fase ideada (que de momento es solo una propuesta para completar el trabajo iniciado) plantea entrar en la antigua mina «lo más cerca del lago, por debajo, para detectar por dónde se filtra exactamente el agua», explicó Gallastegui. Con esto quedaría el camino despejado para la tercera y definitiva fase, la de remediar la filtración con algún tipo de técnica de sellado, algo que quedaría a merced de la viabilidad económica del proyecto y la voluntad política.

El sellado del lago Ándara está aún en veremos pero la idea recuerda a la intervención llevada a cabo hace unos años en La Ercina, aunque se trata de un caso «diferente al de Ándara», precisó Gallastegui detallando que, a diferencia del lago La Ercina que está cerrado artificialmente, «el de Ándara es un lago completamente natural», como el Enol. El lago Bricial, finalmente, es estacional: sólo se forma en invierno, durante el deshielo.