Ribadesella,

Patricia MARTÍNEZ

Hace ahora doscientos años, cuando se promulgó en Cádiz la Constitución de 1912, «la Pepa», el político riosellano Agustín Argüelles estaba «en su momento más creativo, valiente, entusiasta y pasional». Así le describe el escritor local Toni Silva, que repasa en el libro «Agustín Argüelles. Retrato de un liberal», la trayectoria del que algunos consideran la figura más importante del municipio. Sin embargo, esta distinción no siempre quedó patente en la historia riosellana, que «a veces sí y a veces no» reconoció los méritos del ideólogo e impulsor de la primera norma democrática española. No en vano, durante el franquismo escondieron el busto que ahora está en la calle de su mismo nombre, y no contentos con eso también cambiaron la denominación de la vía. Hoy el «Divino» mantiene su nombre sobre la Gran Vía y la estatua que le recuerda será trasladada a la plaza Reina María Cristina.

A Silva esta idea le parece «estupenda. Además van a reproducir el anterior pedestal, de estética modernista y con una orla vegetal tallada en piedra». El escritor opina que la propuesta «no sólo es buena, es necesaria. Donde está ahora no es donde más luce, necesita un sitio de cierto prestigio». Y no es para menos, ya que Argüelles, nacido en el barrio de La Atalaya, fue el «líder natural del grupo liberal y de las Cortes de Cádiz» y supo como nadie convencer a su público de que perseguía una «reforma de la Constitución española», cuando lo que en realidad planeaba era «una auténtica revolución» que echaría abajo las bases del Antiguo Régimen. Silva describe cómo entonces «no había práctica de Cortes, ya que con los Borbones y los Austrias eran meramente decorativas». Argüelles había viajado a Londres en misión diplomática secreta y un problema de salud, una fístula, alargó su estancia allí de forma que «pudo aprender toda la mecánica parlamentaria». De vuelta en España y formadas las Cortes de Cádiz en plena Guerra de Independencia, el riosellano «es el único que sabe de qué va un parlamento y qué es lo que hay que hacer», añade Silva.

A este protagonismo en la historia de España le siguieron varios cargos como diputado, tutor de Isabel II y, aunque no sea un puesto, sí un lugar entre los represaliados de Fernando VII, amante del absolutismo contra el que luchó Argüelles. El estadista era tan reclamado que no pudo cumplir su deseo, ya mayor y enfermo, de regresar a Asturias antes de morir, en 1844. Poco después, el Ministerio de la Guerra de entonces mandó hacer un busto en su honor en la Fábrica de Armas de Trubia y allí quedó hasta comienzos del siglo XX. En 1915, el alcalde riosellano Ramón Cifuentes se interesó por la estatua, que adquirió y colocó en la plaza de Mon, a la entrada del puente de acero. «Pero estorbaba al tráfico y la trasladaron por iniciativa de los maestros a las antiguas escuelas en 1926», continúa Silva.

Nueve años después estalló la Guerra Civil y, tras la contienda, Argüelles desapareció misteriosamente. Encontraron el busto a principios de los setenta en un almacén municipal y lleno de magulladuras. De ahí pasó a la plaza de la Atalaya, luego al portal del Ayuntamiento y finalmente a la Gran Vía, de donde se moverá a la plaza Reina María Cristina.

El libro de Silva está editado por el Ayuntamiento riosellano, que también colabora con los actos de la asociación «Amigos de Ribadesella» en homenaje al «Divino». El próximo sábado, a las 19.30 horas, tendrá lugar una ofrenda floral ante el busto de Argüelles, en la Gran Vía que lleva su nombre. A continuación, el profesor Juan Ramón Coronas dará una conferencia en el salón de actos de la Casa de Cultura que lleva por título «Argüelles en la Constitución de 1812». Está previsto completar estas actividades con un ciclo de charlas-coloquio que se realizará la última semana de julio.