Los políticos, una vez más, quieren un cheque en blanco para el 25-M. A esos pocos privilegiados que integran los aparatos de los partidos -todopoderosa clase que pone y quita a su antojo y que borra de la foto al que se mueve más de la cuenta- no les basta con decidir de antemano quiénes serán diputados (los primeros salen siempre, aunque sean más que malos). Quieren más, lo quieren todo. Por eso jamás desvelan sus planes. Pretenden que los ciudadanos voten la lista cerrada que ellos han diseñado a capricho sin decirles qué harán al día siguiente de las elecciones, sin desvelar si pactarán, con quién y en qué condiciones. Por eso se limitan a lanzar promesas (ahora menos por la crisis y el qué dirán), muchas de las cuales son simples engañifas que nunca acaban de cumplirse (autovías, túneles, auditorios...). Más que para un cheque en blanco la cosa está para dar un bofetón democrático, a éstos, a ésos, a aquéllos y a los de más allá, en forma de inmaculado voto en blanco. ¡Viva el pueblo! De nada.