Robléu de Cerecea (Piloña),

Lucas BLANCO

Antonio López de Mingo llegó hace unos años a Robléu, una aldea de la parroquia de Cerecea, en Piloña. Allí ha llegado a oficiar la misa de las fiestas de San Martín, porque los vecinos se lo ofrecieron al saber, según les dijo, que es obispo. Pero ahora la duda se ha instalado en el pueblo, de apenas veinte habitantes, ya que algunos vecinos y párrocos de la zona dudan de la autenticidad de su cargo eclesiástico.

Lo cierto es que ni en la lista de obispos españoles ni en el Anuario Pontificio de 2012 -publicación editada por la Santa Sede en la que se recoge el nombre de todos los cargos eclesiásticos del mundo- figura su nombre. Así lo han confirmado a LA NUEVA ESPAÑA el Arzobispado de Oviedo y la Conferencia Episcopal Española. No obstante, ninguno de los dos organismos se atreve a negar su cargo con toda rotundidad.

Este periódico intentó sin éxito ponerse en contacto con el propio López de Mingo ante el debate que existe en Piloña sobre la autenticidad de su cargo. De Mingo está ahora fuera de Asturias. Tampoco se han pronunciado Sacramento Álvarez Montes, vecino de Robléu que ofrece alojamiento al prelado durante sus estancias veraniegas en su casa de Bimenes y a través del cual comenzó a oficiar la misa y a presidir la procesión del día de San Martín en Robléu, hace tres años.

Fue durante una de estas procesiones cuando comenzaron las sospechas y el debate sobre la autenticidad del obispo se instaló en el pueblo. Un párroco de origen piloñés que estaba de visita por la zona se extrañó por alguno de los detalles del obispo durante los actos religiosos. «Nos dijo que no era normal que un obispo forastero portase el báculo en una diócesis que no es la suya», explica uno de los vecinos, que prefiere ocultar su identidad para «evitar confrontaciones».

El párroco titular de la parroquia de Cerecea, Luis Marino Fernández, admite que nunca tuvo la certeza absoluta de que se tratase de un obispo, ya que asegura que en varias ocasiones intentó ponerse en contacto con él sin éxito. «Siempre que quería conocerle, o le salía un viaje o no podía atenderme porque estaba descansando», indica el párroco.

A pesar de que el párroco y el obispo nunca llegaron a conocerse, fue la imposibilidad de Luis Marino Fernández de oficiar la misa de la fiesta local lo que provocó que los vecinos acudieran a Antonio López de Mingo. «Me coincidían otras tres fiestas el mismo día y los vecinos me preguntaron si podía oficiar la misa un obispo conocido y accedí», declara Fernández.

Una de las personas que vio con buenos ojos el oficio de la misa festiva por parte de López de Mingo fue la presidenta de la Asociación de Amigos del Pueblo de Cerecea, Pilar Blanco, quien sólo tiene buenas palabras para el prelado.

«Nos permitió recuperar la misa de la fiesta en 2009 tras muchos años sin tenerla», apuntó Blanco, al mismo tiempo que recuerda que las visitas del religioso ya se remontan a varios años atrás, aunque «antes venía vestido de seglar con el alzacuellos».

Pilar Blanco detalla que en verano suele venir acompañado por una monja de una congregación de Madrid, la madre de ésta y un ayudante que hace las veces de chófer. «En sus homilías siempre recuerda sus anécdotas como misionero por varios países y su estancia en Roma», destaca la vecina de Robléu.

Son muchos los vecinos del pueblo y alrededores que prefieren guardar el anonimato a la vez que reconocen que la sospecha sobre el obispo siempre ha estado presente. La gran expectación que siempre levantan sus visitas veraniegas acallan las dudas de los desconfiados. «Cada vez que viene la gente acude a recibirlo, le invitan a comer e incluso este año intentaron que unas jóvenes le hiciesen un besamanos sin éxito», comentó un vecino que espera que el tema se aclare cuanto antes. «Sería una muy mala noticia que se hubiese estado tomando el pelo a la gente del pueblo durante todo este tiempo».