Vale que Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia, crea que el matrimonio debe durar por los siglos de los siglos. Allá cada cual con sus convicciones. El problema es la imposición: si en su mano estuviera, seguramente Blanco, que hoy pronuncia una conferencia en Covadonga, aprobaría leyes y normas que impedirían el divorcio libre (quizá hasta el divorcio a secas), sin tener en cuenta a quienes no dan a esa institución un sentido trascendente o religioso y la ven como una mera unión o una conjunción de intereses (amorosos, las más veces). Con la actual situación legislativa española, las personas que piensan como Benigno Blanco no tienen por qué divorciarse. Nadie las obliga. Pero tampoco tienen por qué seguir martirizándose aquellas parejas a las que se les rompió el amor de tanto usarlo (o de usarlo mal, que es más habitual). Ocurre que siempre habrá quien no se conforme sólo con vivir su propia vida y pretenda gobernar la de los demás. Contra eso, más libertad.