Llamigu (Llanes),

Emilio G. CEA

Pistolas de agua, sulfatadoras, botellas o calderos. Todo valió ayer en Llamigu (Llanes) para participar en la batalla del vino. Miles de litros de este líquido corrieron durante una frenética jornada en la que muy pocos de los presentes se libraron de ser bañados en este líquido durante las fiestas de Nuestra Señora de Loreto.

A la singular batalla acudieron cientos de personas. La llanisca María José Teja Vega es una asidua de la celebración de Llamigu. «Venimos siempre que podemos», dijo. Junto a ella acudieron varios familiares. Marisa Fernández y Mino Asenjo llegaron desde Sotrondio. «De aquí solo nos echará el agua», dijeron mientras preparaban el vino para la guerra. Roge Martínez llevó en su coche treinta y seis litros de vino y varias pistolas de agua. «Tras las fiestas de La Guía y de La Blanca dormimos unas pocas horas y a Llamigu», dijo en compañía de Carolina Blanco, Natalia Gutiérrez y Manuel Iglesias.

El vino comenzó a correr poco antes del mediodía. Gerardo Fernández, de doce años y Álvaro Cueto, de diez, fueron los primeros en abrir fuego con una botella y una bota de vino. «Venimos desde pequeños con nuestros padres y tíos. Las chicas de la familia son más delicadas y no subirán hasta por la tarde», aseguró Fernández.

Una carpa, dos barbacoas, kilos de costillas, entrecot, morcilla, pasteles, una tarta y más de cien de litros de vino fue la carga que desde Nueva subieron a Llamigu cuarenta personas de la peña Cabomar y la sidrería Muros con Miguel González al frente. Jaime Cuesta debutó en la batalla del vino de Loreto llegado desde Libardón.

Éste fue uno de los primeros en caer al suelo mientras sus amigos le bañaron en vino. «Es una fiesta muy divertida», dijo. El venezolano afincado en Nueva, Félix Toyo, acudió también a Nuestra Señora de Loreto por primera vez. Mientras rellenaba una garrafa de vino para ser derramada en la batalla del vino aseguró que «es una celebración que hay que vivir».