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Un símbolo que ha tenido que ser sustituido

Los hermanos Victorero Lucio, de Lastres, instalaron en 1914 el símbolo en la cima de la montaña del Sueve tras lograr escapar con vida de la persecución zapatista de México de 1911

La tercera cruz, en su inauguración, en septiembre de 1955. CEDIDA POR E. GRANDA

Un siglo y dos derrumbes después, el Picu Pienzu (en la sierra del Sueve) continúa coronado por la cruz que recuerda la vuelta de los hermanos Victorero Lucio a su Lastres natal. Huidos de la Revolución Mexicana en 1911, prometieron poner una cruz en el Sueve como señal de agradecimiento si llegaban sanos y salvos a su casa. Y así lo hicieron tres años después, en mayo de 1914, una fecha de la que se ha cumplido el primer centenario. El grupo colungués de montaña "La Huella" lo conmemorará el próximo 13 de septiembre con una misa solemne en el Pienzu.

Habían embarcado los seis hermanos en 1875, un viaje para lo que su madre "tuvo que vender el escudo de armas de la casa", recuerda el lastrín Enrique Granda, apodado "El Sabio", quien además de conocer la historia local como pocos trabajó con los Victorero durante buena parte de su vida. Los hermanos hicieron fortuna en México, pero al estallar la revuelta fueron perseguidos por los zapatistas, lo que les movió -a todos menos a uno, que se quedó y formó allí su familia- a regresar embarcados, pero escondidos en unos barriles.

De vuelta en Lastres no olvidaron su promesa y se formó una comisión de autoridades y ganaderos para elegir la mejor ubicación para la cruz, el Picu Pienzu. Allí se instaló el primer símbolo, hecho "de madera de roble, con dos piezas, una anclada en otra", relata Granda, antes de añadir que aquella cruz, de cuatro metros de altura, se armó antes de llegar al picu y luego la subieron.

La inauguración fue multitudinaria, pero la cruz no duró mucho en pie, pues un fuerte temporal la derribó en 1925. Tres años después, en 1928, los hermanos Victorero Lucio persistieron en su empeño de que la cruz presidiera el Pienzu y se colocó la segunda, también de madera. Estaba compuesta por unas 30 piezas y costó 1.800 de las antiguas pesetas, mientras que el transporte y el montaje de la primera fueron 50 reales.

Esta segunda cruz también se armó antes de llegar a la cima y setenta voluntarios cargaron con ella hasta el Pienzu. Pero tampoco es la cruz que se ve en lo alto del Sueve, ya que en 1941 se vino abajo. En este punto hay dos versiones sobre lo que sucedió: hay quien sostiene que fue un temporal el que acabó con esta segunda cruz y otros aseguran que alguien que no comulgaba con este tipo de símbolos la derribó con un hacha.

El pico más alto del Sueve (a 1.161 metros) estuvo durante los nueve años siguientes sin su emblemática cruz, hasta que en 1950 el Ayuntamiento de Colunga acordó reponerla, una medida a la que pronto se sumaron Parres, Piloña y la Diputación Provincial. Formaron una comisión a favor de la cruz para recaudar fondos, pero son una vez más los hermanos Victorero Lucio los que, en 1954, se comprometen a financiar la nueva cruz.

El dinero que se había recaudado hasta entonces se destinó al proyecto de carretera del Fitu al Pienzu, una obra que finalmente no llegó a hacerse. Esta tercera cruz es de hierro galvanizado, mide 12 metros y se compone de 148 piezas y 132 tornillos. Los operarios de la "Fundición Laviada", de Gijón, fueron los encargados de fabricar el símbolo, que llegó a Colunga un 19 de octubre, fecha en la que ya se inició la construcción de la base de piedra donde iría colocada.

Diez días después se inició la subida de los diferentes tramos, que se iban a llevar repartidos entre los vecinos de cada parroquia colunguesa. Los primeros fueron los de Gobiendes que, junto con montañeros de Oviedo y Gijón, cargaron con el primer tramo de la cruz. Operarios de Lastres y Coceña instalaron esta primera "piedra" el uno de diciembre en medio de un fuerte temporal, por lo que se decidió esperar a la primavera para continuar con la obra.

El último día de mayo de 1955 voluntarios de pueblos cercanos subieron las piezas y tornillos que faltaban en lotes de cinco kilos por persona. Esto eran "los ángulos pequeños", apunta Granda, pues los mayores pesaban unos sesenta kilos. El 1 de junio finalizaron el montaje y el 18 de septiembre de aquel mismo año se inauguró.

Una década después, la cruz llegó a doblar por el viento, por lo que se invirtieron 70.000 pesetas en colocar unos cables que ahora impiden que se repita. Esta fue la última intervención en un símbolo que Granda describe "en malas condiciones. Caerá si no se arregla", advierte el lastrín antes de añadir que la cruz del Picu Pienzu "precisaría una reparación cada diez años"

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