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Parres pueblo a pueblo

La Vita, buena huerta entre el mar y la montaña

Los vecinos aseguran que la altitud hace crecer mejor las verduras, hortalizas y frutas, "que no tienen enfermedades"

Manuel Cuenco Pérez y Juanito Gutiérrez Cuenco, en La Vita, con La Salgar al fondo. P. M.

P. MARTÍNEZ

La Vita está situada a 260 metros sobre el nivel del mar y en la localidad parraguesa sospechan que es precisamente esta altitud la que beneficia a los cultivos. "Hay muy buena faba y cebollín, porque no tienen enfermedades", explica Juanito Gutiérrez, quien destaca que las primeras tenían fama ya cuando su madre las cultivaba. También la fruta, la manzana, la pera, la ciruela y el piesco se dan muy bien en esta localidad ubicada en un valle entre la peña "Les Corones" y la sierra del Sueve.

A cinco kilómetros de la capital del concejo, Arriondas, y a 11 de la playa de Vega, en el concejo de Ribadesella, el enclave es realmente estratégico y esto ha hecho florecer el turismo. En el pueblo hay varios alojamientos turísticos, entre ellos un hotel, además de un buen reclamo gastronómico, la estrella "Michelín" del restaurante "Casa Marcial", de La Salgar, uno de los barrios que forman parte de La Vita junto a Andeyes. Con todo, Gutiérrez asegura que no han notado un incremento en los coches que pasan por el pueblo ni en los comensales despistados que pasan por allí preguntando: "es por encargo y la gente viene, pero no paran aquí", añade. Sí lo hacen algunos turistas, maravillados por los animales sueltos que hay en varias fincas, los pollos y las gallinas o los conejos que trotan en la casa de este vecino.

Los vecinos reciben la visita de otros animales, peor recibidos, pues estropean las fincas y las cosechas. Son los jabalíes, los venados y los tejones, que bajan de los cercanos montes a la población. En esta misma montaña fija Gutiérrez varias reivindicaciones, pues el Ayuntamiento se comprometió hace ya dos mandatos a arreglar "la pista que va del Cierrón al Colladín". No es la única pista que necesita un arreglo y tampoco la única petición: "Nos invaden las cotoyas, ahora no dejan quemar y nos vuelven locos", apunta el vecino mientras mira a la peña "Les Corones".

La Vita tenía 121 habitantes en 1981 y sólo cinco años después este número bajó a cien. Una década después, en 1996, eran 81 vecinos y en este momento hay 58 censados. Todos juntos celebran la fiesta de San Juan, al que guardan en Montealea, pues el pueblo no tiene capilla. "Estuvo 50 años sin celebrarse y se recuperó hace tres", explica Gutiérrez antes de añadir que este año la celebraron con una semana de retraso, pero pudieron hacer la misa en la carpa y hubo paella para comer y costillada para cenar", relata Gutiérrez, satisfecho con el resultado.

El cronista oficial del concejo, Francisco Rozada, no tiene dudas de que el nombre del pueblo viene del latín "vita", que significa vida, y esto es lo que encuentran visitantes como el político de IU de Madrid Esteban Galera y sus amigos, quienes han pasado unos días en la localidad parraguesa. "Es muy tranquilo, sosegado, puedes dormir sin el ruido ni la contaminación lumínica", describe antes de señalar que le encanta levantarse "con el sonido del gallo y el mugido de la vaca". La situación estratégica de La Vita, "apartado pero al lado de los núcleos importantes, a mitad de camino entre la playa y la montaña", es otro de los encantos del paraje parragués.

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