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Los dinosaurios asturianos, en alabastro

Eleuterio Baeza, geólogo del Museo Geominero de Madrid, realiza las réplicas de 26 piezas del Museo del Jurásico para facilitar su estudio y exhibición por España

Una de las réplicas. P. MARTÍNEZ

Lo que a la Naturaleza le ha costado millones de años formar, a Eleuterio Baeza le lleva unos pocos días. El geólogo madrileño, perteneciente a la plantilla del Museo Geominero de la capital, reproduce con asombroso detalle fósiles, minerales y rocas, y ha pasado unos días en el Museo del Jurásico de Asturias (Muja), en Colunga, realizando las réplicas de 26 piezas de su colección. Desde huesos y huellas de dinosaurios y otros reptiles, a ondulaciones del oleaje de la época, pasando por gotas de lluvia o galerías de crustáceos. El museo ha hecho una selección de aquellas muestras más "singulares y significativas" para que itineren por España sin que los originales corran riesgos de deterioro o rotura ni quien las reciba tenga que pagar un elevado seguro de alquiler.

Baeza se sirve del alabastro artificial, un material que luego colorea con tintes naturales, para hacer realidad lo que a ojos de un inexperto parece un milagro. "Lo primero es aplicar a la pieza original un producto transparente que por un lado permitirá reproducir las superficies con el máximo detalle y por otro protegerá las muestras de los productos que se utilizarán posteriormente sobre ellas", explica el geólogo. El siguiente paso es aplicar una capa fina de silicona muy espesa en las grietas profundas y zonas más delicadas de la muestra, para posteriormente cubrir toda la superficie con silicona fluida (de la que se obtendrá el molde) que reproducirá con muchísimo detalle la pieza. Por último y sobre el original se elabora "una carcasa de escayola" que protegerá el molde blando de silicona y evitará que se deforme con el paso del tiempo. En este último, una vez colocado en el interior de la carcasa, se vierte el alabastro mezclado con agua y tintes naturales para darle un color idéntico al de la roca. Cuando fragua el alabastro, se extrae del molde de silicona obteniendo una copia con una dureza similar a la de la roca.

A falta de unos pequeños retoques con distintas tonalidades obtenidas a partir de óxidos de hierro, la réplica ya está lista. Los materiales utilizados en este proceso de copiado son "inertes y estables", apunta el geólogo, y no resultan perjudiciales para la salud, al contrario de lo que sucede con las resinas que emplean otros profesionales, "muy tóxicas", advierte Baeza. El proceso finaliza con el secado al aire de la pieza, que "con el clima de Madrid, por ejemplo, tiene lugar en tan sólo unas horas o en un día a pleno sol, mientras que en Asturias requiere una semana", describe antes de explicar que en condiciones "normales" cada molde requiere tres días y cada copia otros tres.

Baeza tuvo algunos problemas con la elevada humedad de la Rasa de San Telmo, donde está ubicado el Museo del Jurásico, lo que le sirvió sin duda como una nueva experiencia en su profesión. El resultado de su trabajo reproduce con una fidelidad asombrosa la morfología y la textura de los fósiles y rocas originales. Si por ejemplo éstas son de arenisca, en la réplica es posible observar cada grano de arena, un detalle que puede incluso llegar hasta "una décima de milímetro", destaca.

Lo ideal para conservar una pieza sería, apunta el experto, hacer lo que se conoce como un "vaciado máster": la primera réplica de alabastro obtenida, de máxima calidad y sin colorear, se puede guardar como si fuese la muestra original, una vez privada de humedad. De esta manera los investigadores se aseguran que aunque el original desapareciera, debido a una desgracia, la pieza podría reproducirse con exactitud. Estas copias no se deterioran, pues "el material es estable y una vez fraguado no vuelve a absorber humedad", señala Baeza. Hace cinco años organizó una exposición (para dar a conocer su patente, desarrollada en el Instituto Geológico y Minero de España) y las piezas que la integraron continúan aún "en perfecto estado".

El científico fue más allá e introdujo varias réplicas de las estalagmitas de una cueva en agua durante un año para verificar su resistencia, comprobando que "ni habían desprendido sustancias al agua, ni habían perdido color ni dureza". Las copias son tan parecidas a las rocas que rompen como ellas y para trocearlas también es preciso usar maza y cincel, igual que si de una piedra jurásica se tratara.

Son idénticas, pero con ventajas, pues en el Muja conservan, por ejemplo, "parte del esqueleto de un dinosaurio que estaba en un bloque de arenisca de enormes proporciones del que se replicó sólo aquella parte que contenía los huesos", describe el director científico del museo colungués, José Carlos García-Ramos, antes de que Baeza calcule que en la copia se ha pasado de las dos toneladas del original a los treinta o cuarenta kilos, permitiendo así su inclusión en una de las vitrinas de la exposición itinerante "La costa de los dinosaurios".

En el Muja no sólo han seguido con mucho interés el proceso de Baeza, sino que también han descubierto gracias a él la fórmula idónea para eliminar el galipote de alguna de las piezas paleontológicas afectadas por la catástrofe del "Prestige", en 2003, algo que García-Ramos había intentado previamente con varios disolventes convencionales.

"A veces es preciso acertar con la proporción exacta de cada uno de ellos", apunta su colega antes de señalar que el futuro de su profesión está en "una máquina de prototipado en tres dimensiones con múltiples materiales", el paso siguiente a las famosas impresoras escáner de materiales en 3D.

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