Los vecinos de Borines, en Piloña, mantienen su fidelidad a San Martín, aunque reine la austeridad. Decenas de feligreses acudieron al mediodía de ayer al oficio de la misa que en los últimos tiempos se ha convertido en el único acto que parroquia celebra en honor a su patrón. Algo que algunos lamentan, pues confiesan añorar el ambiente festivo y de confraternización que tradicionalmente presidió este festejo.

El sacerdote Luis Álvarez fue el encargado en esta ocasión de los oficios. Durante su homilía recordó la figura de San Martín de Tours y de cómo renunció a todas sus posesiones por servir a Dios y también destacó la fidelidad de los parroquianos a su figura con su asistencia ineludible a esta liturgia, programada cada año el 11 de noviembre.

Tras la misa, la mayoría de los presentes posó para inmortalizar en una foto su asistencia a la cita e incluso algunos se atrevieron a bromear. "Voy a ponerme para la foto porque quien sabe si el año que viene volveremos a estar aquí", comentó un vecino con sorna, mientras se colocaba delante del altar.

Luego otro vecino, Luis Díaz se encargó de animar un poco la jornada lanzando media docena de voladores que advertían a los pueblos vecinos que Borines, aunque sin alardes, estaba de fiesta. "No soy yo de los que se fían mucho de estas cosas, pero hay que animar el cotarro", reconocía Díaz, mientras daba fuego a los cohetes, cuya explosión retumbaba en todo el valle.

Una celebración de apenas tres cuartos de hora que los vecinos se niegan a perder, si bien reconocen su frustración por no haber sido capaces a mantener unas tradiciones que cada año servían para estrechar los lazos entre el vecindario. "Antes se solía magostar , organizar comidas multitudinarias y había folklore, pero la desidia y en algunos casos la división provocó que poco a poco se fueran perdiendo esas buenas prácticas", comenta una vecina, que considera muy difícil que se recuperen esos festejos.