Cuando Joaquina Blanco se mudó a Tospe, en Parres, hace 63 años, no había carretera asfaltada, ni alumbrado público, ni teléfono. Lo que sí había era más de veinte mozos solteros y un gran baile los sábados por la tarde debajo de la panera conocida como El Horrón. Su marido amenizaba el festejo con el violín y Armando tocaba el bombo, según cuenta esta vecina, que presume de tener vistas panorámicas de Granda de Abajo, de Carrio y del Sueve desde su casa.

Mucho ha cambiado la localidad desde entonces. Evelia de la Parte, de 66 años, ya no tiene que ir a por agua a La Fuentina, "y menos mal, porque el camino de acceso junto a El Cuetu está lleno de maleza. No hay quien pase. El techo del lavadero se vino abajo y tristemente se perdió la traída que tenía un agua rica", explica. La traída llegó a finales de los 70 del pasado siglo desde Llase por actuación vecinal y en época reciente proviene de Caramezana por gestión municipal.

Entre los deseos para el nuevo año de estos vecinos está la instalación de saneamiento y desagües, según explica Elena González, cuyo llagar era, a falta de chigre, un punto de reunión.

La despoblación que azota al Principado no hizo una excepción con este pueblo, perteneciente a la parroquia de Viabaño, que cuenta con siete casas habitadas y once vecinos, que luchan por mantener la tradición ganadera. Es el caso de Olegario Fernández y su mujer, Begoña Lobeto, propietarios de 30 reses. "Muchos tuvieron que irse por falta de pasto. Como los hermanos Longo, que con más de 200 vacas marcharon primero a Extremadura y ahora a León a ganarse la vida", explica Fernández. Las casas representan una mezcolanza de culturas. Se conservan restos de inmuebles de indianos, como la casa de Manuel Manjón o la Casa de la Sevillana, hecha con tres balcones y propiedad de Pilar López, una de las promotoras de la fiesta en honor a Santo Domingo, el 4 de agosto.

"Tenemos un área recreativa y en La Ería puedes divisar corzos y venados. Esto es naturaleza en estado puro", presumen Manuel Loredo y Raquel Longo.