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Un museo del dedal en Arriondas

Herminia Ordiales ha acumulado con el paso de los años más de 750 piezas para coser, de distintos materiales y procedencias, que atraen a numerosos turistas

Muestra de dedales procedentes del extranjero. CRISTINA CORTE

Un museo del dedal en pleno corazón de Arriondas. Eso es lo que ha construido Herminia Ordiales Vega sin darse cuenta. Cuando abrió su negocio de costura y arreglos hace una década, esta parraguesa de 62 años colocó en el mostrador una decena de ellos para hacer un guiño al nombre de su establecimiento. Poco podía imaginar que llegaría a atesorar más de 750 piezas en el local. Y la cifra va en aumento.

A falta de estanterías que los abarque todos, agudiza el ingenio y hasta los marcos de los cuadros le sirven como soporte para "sus tesoros". "Casi todos son regalos de amigos que van de viaje y se acuerdan de mí, lo cual es de agradecer", explica Ordiales. El más antiguo de la muestra es un dedal que le regaló el sastre Florentino García cuando con poco más de veinte años trabajó en Gijón bajo sus órdenes. Entre los primeros que llegaron al establecimiento se encuentra también uno traído por unos amigos desde Miami, al que se sumaron otros de procedencias tan internacionales como Argentina, Turquía, Croacia, Cuba, Islandia, Eslovenia, Costa Rica, Israel o el que llegó desde Nueva York de la mano del vecino Ángel Llenín.

Los materiales con los que están hechos son de lo más variado: porcelana, cristal, madera o incluso de ganchillo tiene alguno. Las temáticas que los inspiran también son de lo más variopintas: lo mismo un retrato de los Príncipes, ahora ya Reyes, que un semanario o los escudos de clubes deportivos, pasando por Mickey Mouse o un payaso hasta llegar a su última adquisición: uno con forma de flor de biznaga que adquirió durante su visita a Málaga en Semana Santa. Entre sus favoritos están también uno con forma de máscara de Viena, regalo de su amiga Belén Iglesias, o uno de Jericho.

Cuidarlos no es tarea sencilla pues periódicamente tiene que limpiarlos con agua y jabón uno por uno en una palangana, pero clientas como Lucía Caneda, que le trajo de las Alpujarras uno, le animan a seguir "porque la iniciativa es preciosa". Tanto llama la atención la muestra que tuvo que colgar un cartel especificando que se trataba de una colección privada. "Muchas veces viene gente de fuera que quiere llevárselos a toda costa, pero por mucho que me den no los vendo", sostiene Emilia Ordiales.

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