Cuando el geólogo pongueto Alberto Foyo y su equipo se fijaron en las vetas de ocre de las cuevas de Tito Bustillo (en Ribadesella) y del monte Castillo (en la localidad cántabra de Puente Viesgo) empezaron a sospechar que los pobladores de aquellas cavidades habían sido los auténticos precursores de la minería. Y no les faltaba razón, pues a raíz de una investigación que inicialmente puso el foco en la estabilidad geológica de estas y otras grutas continuaron analizando este recurso y concluyeron que "tanto en Tito Bustillo como en el Castillo había algo muy parecido a lo que es un proceso minero", explica el catedrático en Ingeniería del Terreno, ahora jubilado de la Universidad de Cantabria, y que el sábado impartió una conferencia en Ribadesella invitado por la asociación "Amigos de Ribadesella" dentro de su ciclo de "Yacimientos prehistóricos".

Aquellos primeros estudios se iniciaron en 1999, pero no fue hasta el 2007 cuando los geólogos se centraron en el estudio del ocre en estas dos cavidades, un trabajo que desarrollaron hasta el 2013 y que Foyo describe como una "experiencia única". Hallaron materiales datados entre los 5.300 años (los más antiguos de Tito Bustillo) y los 22.000 (en el Castillo) y por estas edades dedujeron que los habían empleado "los cromañones, el hombre moderno. No tenemos datos de que los neandertales hicieran este tipo de cosas", describe Foyo. La diferencia de antigüedad entre ambas cuevas se explica, en parte, porque las cántabras "eran vírgenes, no había posibilidad de contaminación actual", al contrario de lo que sucede en la gruta riosellana, donde desde su descubrimiento han sido numerosos los científicos que han investigado en su interior. El ocre analizado se sitúa "a caballo entre el Mesolítico y el Neolítico" y aquellos pobladores lo emplearon con fines decorativos, "para pintar o pintarse", añade el geólogo, puesto que la naturaleza terrosa de este mineral hace que sea este su uso fundamental, incluso hoy en día. Los investigadores hallaron en las cuevas indicios de "todas las fases mineras tradicionales: extracción, selección, tratamiento y uso", enumera el catedrático. Observaron cómo había zonas con "muestras apartadas, otras con machaqueo" y cómo se habían llevado ocre de un lado a otro para prepararlo antes de su uso. Comprobaron que el mineral "había salido de un sitio y había sido trasladado y seleccionado" para separar las "partes con mejor aspecto físico", el único criterio de aquellos mineros. Cuando los científicos lo analizaron se dieron cuenta de que las muestras seleccionadas hace miles de años "tenían composiciones mejores para ser transformadas en pigmentos" y validaron su hipótesis del proceso minero. Vieron que se cumplían "las fases típicas de una explotación minera, de carbón o de cualquier material. Hay una extracción, una selección, un lavadero, se escoge y se lleva para otro sitio". Antes de dar a conocer sus conclusiones al público y de difundirlas a través de una revista científica internacional tuvieron que hacer escáneres, rayos equis y tratar el ocre con distintos materiales químicos, además de rascarse bien el bolsillo para datarlo en un laboratorio estadounidense y en otro sueco.

La investigación sobre el ocre en Tito Bustillo y el monte Castillo se topó ya en 2011 con una roca realmente dura, la falta de financiación.