José Vicente Casado nació en León y ha estado siempre trabajando en temas relacionados con la geología y la astronomía, dos disciplinas que convergen en los meteoritos. Lleva veinte años dedicado a buscarlos y es el comisario de la exposición "Meteoritos, la extinción de los dinosaurios", en el Museo Jurásico de Asturias (Muja), en Colunga. Mañana (18.30 horas) impartirá una conferencia en el museo.

-¿Cómo se plantea uno organizar una exposición sobre meteoritos?

-He estado toda mi vida vinculado con estos temas, de mineralogía y paleontología. Fue en uno de los viajes que hicimos a Estados Unidos cuando vi una exposición de meteoritos en un museo de Denver. Empecé a hacer viajes por todo el mundo buscando meteoritos y hace más o menos unos veinte años que llevo en estas cosas.

-A simple vista se ve una piedra de un color negruzco pero, ¿qué información guarda?

-Son increíbles, tienen algo, magia, te están explicando cosas alucinantes. Cuando tienes un determinado meteorito en tus manos tienes algo que químicamente es lo mismo que Plutón o la parte rocosa de un cometa. Cuando me preguntan por qué me gusta yo pido que me digan algo más emocionante, algo más bonito. Puedes viajar por todo el mundo, estás encontrando ejemplares increíbles, piezas que explican nuestro sistema solar, cómo es químicamente, etcétera. Tienes en tus manos rocas que llevan millones de años dando vueltas. No encuentro otros objetos que me llamen tanto la atención. Me cuesta encontrar algo que me parezca tan bonito, sobre todo cuando aprendes un poco de ellos y puedes leer lo que significa. Cada meteorito nos cuenta una historia de nuestro sistema solar.

-¿Dónde los consigue?

-Hay una forma de conseguirlos que es en los congresos, se compran, venden y cambian. La otra forma, más fácil y más económica, es ir a buscarlo. En el año 2004 cayó un meteorito en España y algunos fragmentos fueron a caer en la provincia de Palencia. El primero lo encontró un hombre y nos dio la pista de dónde habían caído. Fuimos a buscar y, aunque ya lo había hecho alguna vez antes, desde entonces he viajado por todo el mundo para buscarlos en lugares de caída recientes.

-¿Por qué buscan sobre todo en desiertos?

-Vamos a desiertos porque allí se puede ver lo que ha caído desde hace mucho tiempo. Si hay mucha vegetación dejan de ser visibles. Últimamente hemos estado en México, Túnez, Chile y Marruecos.

-Además de la geología y la astronomía, ¿tiene un componente de aventura?

-Sí, aquí se ve como más raro y es infrecuente, pero tengo amigos en Estados Unidos que tienen un programa de televisión en Discovery Channel en el que cuentan cómo buscan meteoritos y van contando toda esa parte de aventura, azar, pequeñas historietas que a la gente le gusta. Pero en Estados Unidos es diferente, hay demanda. Son lugares donde vamos para intentar encontrar y conseguir más.

-Tuvo dificultades para publicar su libro "Meteoritos: Introducción y guía de reconocimiento" porque sólo se interesaron por él dos editoriales esotéricas, ¿cómo sucedió?

-A ninguna editorial le interesaba... Supongo que pensarían que para hacer un libro sobre meteoritos tendría que ser un loco, un friki, una persona casi marginal. En otros sitios, al menos, tienen la mentalidad de preguntarse en qué consiste. El único interés era sobre la magia de los meteoritos, las propiedades curativas, etcétera. Tenía dos editoriales interesadas en publicar mentiras, pero un libro científico nadie quería. Lo autoeditamos y nos encargamos de la distribución y hemos tenido tanta suerte que ya vamos por la tercera edición, lo cual demuestra que las editoriales no siempre detectan lo que va a tener éxito. Quien crea en las propiedades mágicas de las piedras está muy perdido, por eso un museo como el Muja, que explica de forma divertida, hace una labor muy buena.

-Sin embargo, a lo largo de toda la historia de la Humanidad sí se les han atribuido poderes mágicos.

-Sí, decía el propio Aristóteles que no podían caer piedras del cielo, pues los cielos eran perfectos. ¿Quién va a decir que cae una pierda del cielo? Hace sólo 200 años, tras unos meteoritos que cayeron en Francia, que se acepta científicamente que pueden caer piedras del cielo. Estamos hablando de un periodo de tiempo muy corto. Antes, ¿qué venía del cielo? Necesariamente un mensaje de los dioses. Siempre se les atribuyeron cuestiones mágicas, incluso algún meteorito sirvió para justificar alguna guerra. Se han adorado en templos, como el de Delfos en Grecia y de hecho lo que adoran los musulmanes en La Meca no es un meteorito, pero sí una de las rocas que funde un meteorito cuando cae en la arena. Han tenido una importancia vital en el desarrollo de muchas religiones.

-¿Y en la extinción de los dinosaurios?

-Sí, hace mucho que no existe ningún tipo de cuestionamiento y está aceptado por la comunidad científica internacional. Los meteoritos no sólo son responsables de la extinción de los dinosaurios, sino que hay una mucho más grave que tuvo lugar en la transición entre la época Primaria y Secundaria, entre el Paleozoico y el Mesozoico. Ya se ha encontrado el cráter en la Antártida, todavía más grande que el de los dinosaurios en México, y coincide con la fecha en que se produjo aquella extinción. Este tipo de caídas de meteoritos levantan una cantidad de polvo y vapor de agua tal que tapan la radiación solar durante varios años, la tierra se congela y hay aparte hay olas gigantescas, terremotos y erupciones volcánicas. La vida se complica y los organismos lo pasan mal unos años, unos directamente del golpe y otros del enfriamiento de la tierra.

-El año que viene se cumplirán 150 años de la caída de un meteorito en Cangas de Onís, ¿qué características tuvo, por los fragmentos que se han recuperado?

-Hubo dos caídas de meteoritos de cierta importancia en Asturias, la de Cangas de Onís en 1866 y la de Oviedo, un poco anterior. Como meteorito no es que sea nada especial, es de tipo rocoso, y cayó en un lugar que salvo que lo veas caer sería imposible encontrarlo entre la vegetación. Hay mucha gente que lo oyó caer y se describe en aquella época como fuego de artillería. Se recogieron apenas once kilos, que están repartidos en museos de todo el mundo, entre ellos en el Museo de Geología de la Universidad de Oviedo. Mañana llevaré un par de fragmentos, uno que recuperé en la Universidad de San Petesburgo, para que la gente los vea.