Elena Castaño siempre jugó con fuego. Lo hizo porque desde joven esta parraguesa de adopción siente pasión por la difícil técnica del esmaltado sobre metal. A sus 91 años ya no practica su afición por prescripción médica. "El oculista dice que mi mácula está perjudicada, seguramente de tanto utilizar el horno", explica. La artista, natural de Cangas de Onís, se conforma ahora con observar las vitrinas y paredes de su casa, repletas de verdaderas obras de arte. La reproducción de la Dama del Armiño de Dalí o del Cristo del Greco con el que ganó un premio en Madrid son algunos ejemplos, aunque siente más aprecio por retratos con el rostro de familiares.

El gusanillo por el esmaltado lo cogió de la mano de la profesora Rosa Fonfría en Madrid, adonde se trasladó en los años 70 cuando a su marido, Emilio Sola, le salió una plaza de maestro. La marcha fue sentida por los jóvenes del pueblo, pues su casa de Arriondas se había convertido en un verdadero centro cultural en el que aprendían a pintar, tejer o escribir a máquina. Entre ellos Agustín Aramburu, autor del cartel del 79.º Descenso del Sella. Su afán de superación la llevó a recibir varios cursos en la escuela Massana de Barcelona, a las órdenes de Cortada y los hermanos Gironell. Su técnica, única porque mezcla arena con el esmalte, pronto caló en su "tierrina", donde expuso en innumerables ocasiones. Tras varias estancias en Argelia, donde su hijo, el escritor José Emilio Sola, daba clases universitarias, la invitaron a dar conferencias en el país árabe, a exponer en la universidad o en la Bienal Internacional de Souk-Ahras y no lo dudó. Algunas de sus obras están en el Museo de Felah.