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Pedro Diez, una vida en el puertu

Vecino de Puertas de 94 años, ha sido elegido "Pastor mayor" del XLV Certamen del queso de Cabrales, que se celebra el domingo en Arenas

Pedro Diez García, en Puertas de Cabrales. RAMÓN DÍAZ

"Por suerte o por desgracia fui pastor toda la vida, desde que pude circular", señala Pedro Diez García, de 94 años, que acaba de ser elegido "Pastor mayor" con motivo del XLV Certamen del queso de Cabrales, que se celebra el domingo en Arenas. Este vecino de Puertas asegura que la vida del pastor era en sus tiempos "muy dura y muy esclava", pero, pese a ello, aún hoy mira a menudo con nostalgia hacia Ceribios, un paraje situado cerca de la Cabeza Llorosos, que se adivina a lo lejos desde su casa, donde está la cabaña en la que vivía de mayo a octubre, salvo cuando, en verano, tocaba "bajar a la hierba" y donde elaboraba queso.

El pastor cabraliego subió por última vez a "su" majada cuando cumplió los 90 años, pero le costó tanto trabajo llegar que prometió no regresar nunca más, "salvo que me lleven en helicóptero", matiza. Allí, en Ceribios, "cocinaba, hacía quesu, cuidaba las vacas y las ovejas y dormía", rememora Pedro Diez García. "Lo malo era cuando llegaba la nieve en octubre y teníamos que coger las matas y bajar para casa", señala el nonagenario.

Presume de conocer cada rincón del puertu de Cabrales, "y parte del de Onís". "Capitales no conoceré muchas, pero monte y puertu, sí, muchísimu. Anduve muchos kilómetros y dormí allá muchos días", añade. Viudo desde hace veinte años, tiene un hijo y una hija, que renegaron del campo y del ganado y prefirieron buscar nuevos horizontes en la ciudad. Quieren llevarlo a vivir con ellos, pero Pedro Diez se aferra a Puertas, donde se siente libre y feliz. Cocina para sí a diario, dicen sus vecinos que más que bien y es perfectamente autónomo. Aunque se jubiló al cumplir los 65 años, siguió teniendo ganado hasta hace bien poco.

Pedro Diez asegura que el único "secretu" del buen quesu es el mimo y el cuidado. Hay que "mecer el ganáu, mantener la leche a la temperatura que sale de la ubre, echarle el cuajo, removerlo, dejarlo un rato e ir sacándole el suero", indica.

"Luego, en un arniu, hay que ir deshaciendo, para después, por la noche, echarle sal. Al otro día hay que darle la vuelta y echarle sal por el otro lado, y luego secarlo para que quede listo para llevarlo a la cueva, donde madura", explica el nonagenario, que recuerda que a las cuevas les llamaban en su época "bodegas". El "Pastor mayor 2015" sólo elaboraba queso de mayo a octubre, en el puertu. Parte de las existencias las vendía y parte las destinaba a consumo familiar. En invierno vendía la leche, por una poderosa razón: "daba menos trabajo".

Asegura que la vida del ganadero ha cambiado mucho. Para bien. "Antes esta vida era más que esclava, pero ahora, con la maquinaria, ya no. Antes lo teníamos que hacer todo a mano, no hay ni "comparanza'. Antes diez vacas te daban muchísimo más trabajo que ahora cien", asegura. "Ahora sueltan los animales y todo el terreno es libre, antes cada uno tenía que tener su ganado en su terreno", añade.

¿Y el llobu? Pues de eso sí que había menos en sus tiempos, aunque asegura que era porque "el puertu estaba lleno de pastores". Aún recuerda cuando sentía a lo lejos los aullidos de los lobos, que en su opinión en la actualidad están "más protegidos que el ganado". Asegura con gracia que en su época no había "ni subvenciones, ni jubilaciones, ni hostias en vinagre". Y reconoce que quizá hubiera sido "mejor", o al menos más cómodo, dedicarse a otra actividad, "pero de aquella no había nada".

A Pedro Diez le gusta, sobre todo, la tranquilidad. Por eso lo de ser "Pastor mayor" no le hizo demasiada ilusión. Claro que "no iba a decir que no", señala. Aun así estará el domingo en Arenas durante el certamen del cabrales representando con orgullo a todos los pastores... "y al quesu".

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