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El saludable chapuzón de septiembre

No sólo al final del verano, sino todo el invierno, periódicos y cortos baños en el mar ayudan a reforzar los sistemas inmunológico y nervioso y activan la circulación

Mujeres recrean baños de época en Gijón. M. L.

Siempre se ha dicho que los baños de septiembre en el mar son muy saludables y ayudan a afrontar mejor los rigores del invierno. El profesor de oxigenación (terapias respiratorias) José Ignacio Vázquez asegura que es una sabia creencia con fundamento científico. No obstante, por las comodidades y hábitos de vida de hoy en día no se practican, lo que ha hecho que perdamos el denominado "estrés térmico", es decir, la costumbre a los cambios de temperatura y, por ello, el organismo se ha hecho más vulnerable.

Diversos estudios científicos demuestran que darse un chapuzón, no sólo en septiembre, sino todo el invierno influye positivamente para reforzar el sistema inmunológico, activar la circulación, mejorar el metabolismo de las grasas, prolongar la vida celular, reducir el dolor y beneficiar al sistema nervioso. Lo recomendable es meterse en el agua del mar un par de veces por semana. Deben ser baños cortos, porque de lo que se trata es de conseguir el cambio térmico repentino y moderado. La mejor hora del día es por la mañana y en ayunas. Vázquez recomienda completar esta rutina con duchas de agua fría en casa: "Los resultados son realmente sorprendentes".

Además, darse un chapuzón en el mar aporta otras ventajas como "la exposición al aire y la brisa, así como el contacto con la sal marina y otros nutrientes que son absorbidos dérmicamente". Tampoco hay que olvidar que desde antiguo se conocen las "valiosas" propiedades del agua de mar.

Ignacio Vázquez insiste en la importancia de conseguir el contraste térmico. Y trae a colación la opinión de un indio norteamericano: "No entendemos bien al hombre blanco, se pasa la mayor parte de su vida en chozas calientes y siempre tiene frío". Esta afirmación invita a reflexionar.

Ignacio Vázquez pone el ejemplo de alguien que en un día frío de invierno sale por la mañana temprano y se mantiene activo al aire fresco durante un tiempo. Comprobará que el resto de la jornada "se sentirá caliente y los pies no estarán fríos". Pero, en cambio, si permanece una buena parte del comienzo del día junto a la calefacción y después sale al exterior, el resto del día se sentirá más vulnerable al frío.

"Esto es así porque no nos permitimos uno mínimos contrastes térmicos, los cuales normalizarán y despertarán nuestros recursos térmico-reguladores", esgrime el experto. Es una explicación válida también para entender por qué las personas que carecen de recursos y comodidades son menos vulnerables a gripes y catarros durante el invierno. "Es cierto que cuando uno más se abriga, más sufre el frío", resume. Por lo que nada de empeñarse en abrigar en exceso a los niños, porque en lugar de prevenirles un resfriado se logra el efecto contrario.

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