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La deuda de Ponga con sus indianos

Los emigrantes a América sufragaron gran parte de la obra pública que evitó el aislamiento del concejo, que cuenta con un elevado número de grandes casonas

La deuda de Ponga con sus indianos

La solidaridad y la nostalgia de las raíces fueron en su día factores claves para que la Ponga que hoy conocemos no se quedara aislada y desfasada de los tiempos modernos. Al menos esa es una de las conclusiones a las que llega el apasionado de la historia y la arquitectura asturiana, José Manuel Rodríguez Hevia, que ha indagado sobre el legado indiano en el municipio, que facilitó en gran parte el desarrollo del concejo. Unos datos: los emigrantes retornados que hicieron dinero al otro lado del charco pagaron traídas de agua, repararon iglesias, cementerios y carreteras. Entre 1879 y 1914 se construyó la vía que conecta Sellaño y San Juan de Beleño y entre 1921 y 1924 la que une Viegu y Puente Vidosa con una aportación de 100.000 pesetas de Toribio M. Quiroga y, en 1926, la que va de Beleño a Sobrefoz en 1926 con 21.000 pesetas donadas por los hermanos Muñiz.

José Manuel Rodríguez, funcionario de justicia, explica que las peculiaridades de Ponga, con casi el 40% de su superficie con alturas entre 800 y 1.200 metros sobre el nivel, poco terreno explotable y con comunicaciones prácticamente inexistentes en el año 1900, lo convertían en un concejo muy propicio para la emigración. Por ello, a mediados del siglo XIX se produjo la primera gran marcha a Cuba, que a partir de 1898 se extendió a México, Argentina y Chile.

Muchos volvieron a Ponga con importantes fortunas que se invirtieron progresivamente en mejoras. En principio se reformaron algunas viviendas existentes, pero a partir de principios de siglo algunos adinerados comenzaron a construir viviendas de nueva planta con los estilos indianos que se llevaban en aquella época, de las que todavía hoy se conservan más de una veintena, de las que unas diez tienen grandes dimensiones y son dignas de visitar.

La herencia indiana está especialmente reflejada en San Juan de Beleño. Cinco grandes casas se mantienen bien conservadas con estilos regionalistas, galerías acristaladas y miradores que siguen la arquitectura popular, todas ellas construidas por emigrantes que se ganaron la vida con empresas de almacenamientos de tabaco en distintas poblaciones cubanas.

La más antigua la construyó en 1901 Manuel Muñiz, quien fuera presidente del Centro Asturiano de La Habana. Situada en el centro de San Juan, hoy está habitada por otra familia que salvaguarda como puede su llamativo portal con cristaleras y un mural.

Unos metros más adelante, en la salida a Sobrefoz puede verse otra vivienda construida por el hermano de Manuel, Hilario Muñiz, que se dedicó a la misma actividad profesional y puso en pie el edificio en 1923, encargando los muebles a la famosa Casa Blanco de Oviedo.

La más vistosa por su ubicación es la casa edificada por Hermógenes Foyo también en San Juan a comienzo de los años 20. "La revista 'Asturias de La Habana' calificó el edificio de vistoso y artístico", apunta el historiador aficionado, que también destaca la casa de Manuel Foyo, primo de Hermógenes que en 1925 hizo su palacete de estilo regionalista frente al de Hilario Muñiz y encargó gran parte del mobiliario a la Casa Viena de Oviedo. El quinto gran caserón de la capital es el conocido como Villa Padua, ubicado junto a la Fonda de Ponga y que se hizo por encargo de Primo González en los años 20 para disfrute de sus hijos, hasta el punto que lo puso a nombre de su primogénito, Antonio.

Otras casa indianas de interés son las Santos García, edificada por un arquitecto apellidado Capitel en 1928 en Abiegos, la espectacular vivienda hecha por Pedro Arduengo en Sellaño en 1905 con un estilo clasicista o isabelino, o la de Pedro Monasterio, construida en 1910 en la salida de Viego a Puente Vidosa.

Sin embargo, la herencia indiana no se queda ahí. A finales del siglo XIX se creó en La Habana la sociedad "Hijos de San Juan de Beleño" para contribuir a la instrucción pública en el municipio. Tenía 40 socios y su principal finalidad era contribuir económicamente a desarrollar Ponga.

Financió la construcción de escuelas en San Juan, Tanda (1922), Abiegos (1926), Viboli (1927), Viegu (1933) y la Escuela de Artes y Oficios de Viegu para orientar a varones hacia la emigración, que fue creada en 1956 con una aportación de un millón de pesetas de los hermanos Pedro y Enrique Monasterio.

Otro que dejó huella fue Venancio Díaz Muñiz, uno de los indianos más significativos de Ponga. Fue emigrante en Cuba, luchó en la guerra y fue condecorado. Luego retornó, fue alcalde y aprovechó sus relaciones sociales en beneficio del pueblo con medidas como la llegada de la energía eléctrica en 1925. Cuenta con un busto en la plaza del Ayuntamiento desde 1951.

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