Arriondas fue el escenario elegido por el catedrático de Anatomía Patológica de la Facultad Veterinaria de León, Juan Francisco García Marín, para desmontar los falsos mitos sobre la tuberculosis bovina. En lo primero que hizo hincapié el especialista fue en que la presencia de la enfermedad infecciosa es reducida en Asturias, donde menos del 0,5 por ciento de las casi 400.000 cabezas de ganado están afectadas. García desmintió ante un auditorio de más de cien personas la extendida teoría de que la fauna silvestre es el principal culpable de la propagación de la tuberculosis. "Tejones y jabalíes tienen una prevalencia baja. La enfermedad se propaga principalmente a través del contacto directo y muy íntimo entre rebaños que están juntos aunque no sean de la misma especie o también pueden quedar microbacterias en las heces", señaló.

El catedrático contradijo la inexistencia de investigaciones sobre la enfermedad, que a su juicio ha sido "muy estudiada" desde que Robert Koch descubriera el bacilo tuberculoso en 1882.

Buena parte del debate, organizado por la Asociación de Defensa Sanitaria Ganadera de Parres y el Centro Veterinario Bulnes, lo ocupó el tema de los falsos negativos y los falsos positivos en la prueba de la tuberculina. Los primeros, según reveló García, se producen en las primeras semanas cuando la infección es incipiente y por eso es conveniente hacer la prueba periódicamente. Los asistentes criticaron la metodología empleada por la Consejería de Agroganadería que, a su juicio, lleva a sacrificar innecesariamente demasiadas reses sanas debido a falsos positivos El conferenciante hizo hincapié en la necesidad de que las campañas de saneamiento fueran más flexibles y tuvieran en cuenta el historial anterior antes de marcar una vaca. Y es que tras el pinchazo de la tuberculina si la piel reacciona con un calibre superior a 4 milímetros el animal da positivo y es enviado al matadero aunque muchas veces se trata de reacciones falsas o cruzadas por culpa de microbacterias como la aviar. Otra petición a las administraciones fue la de dar opción a una segunda prueba: o bien la de tuberculina comparada a través de un nuevo pinchazo para comprobar si se trata simplemente de microbacterias como la aviar o realmente el animal sufre tuberculosis, con la desventaja de que tarda más de 45 días en obtener resultados, con el consiguiente perjuicio para la explotación que queda inmovilizada (sin acceso a pastos comunales o venta) o la de gamma-interferón.