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La matanza del alcalde de Cangas de Onís

"Hay que conservar las buenas tradiciones asturianas", dice el regidor de Cangas de Onís, que ayer mató dos gochos que crió con bellotas y castañas

La matanza del alcalde de Cangas de Onís

"No les pongo nombre a los gochos para no encariñarme". Lo dice el alcalde de Cangas de Onís, José Manuel González Castro (PP), que ayer hizo de mondonguero jefe en La Riera. Bajo la premisa de que "hay que conservar las buenas tradiciones de la cultura asturiana", el regidor lleva más de una década juntándose con una decena de familiares y amigos para hacer la matanza del cerdo. Y este año no hizo una excepción. A las siete de la mañana ya estaba ayer en danza para, entre otras cosas, picar las cebollas con una máquina que le prestaron en Villanueva y poner a punto el horno de leña en el que cocinar unas boronas.

Las "víctimas" de este año fueron dos gochinos de unos 200 kilos de peso cada uno que el propio regidor alimentó a base de bellotas y castañas durante los últimos dos meses y medio. Los animales fueron llevados desde el cubil hasta debajo de un hórreo, donde, guarecidos de la lluvia, los matarifes les robaron el último aliento con un disparo en la cabeza. "Cuando yo era niño se hacía a cuchillo. La pistola es el método más rápido y evita que sufran", apuntó el Alcalde, que declinó la labor de matarife.

Lo que sí hizo González fue revolver la sangre de los animales para que no cuajara después de que éstos fueran corados. La faena de pelar los gochos corrió a cargo de su primo Roberto Rodríguez, que tiró de soplete para quemar la piel de los animales. Después, Pepín -así llaman sus amigos al alcalde-, equipado con una garcilla, se ocupó de sacar las vísceras y aprovechar la sangre que aún quedaba en el interior de los cerdos. Tras reponer fuerzas con una suntuosa comida llegó la hora de preparar unos 75 kilos de morcillas, con cebolla, calabaza, pimentón y harina. "Los emberzados siempre nos salían muy ricos, pero un poco blandos, por eso este año decidimos solicitar ayuda a la vecina Manolita de Diego, de Llerices, que es una especialista", apuntó González Castro. Al anochecer, los participantes en el samartín aprovecharon las dos horas que tardan en cocer los boronchos para reponer fuerzas con unas tortillas y gamonéu.

La tarea continúa hoy, momento en el que se descuartizan los animales y se pica la carne. Mañana será el turno de hacer los chorizos. "No hay nada mejor que los de casa y comerlos con conocidos, aunque para ello faltan unas tres semanas en las que tendremos que venir a tizarlos", apuntó el regidor, que también aprovecha la grasa de los gochinos para mantener sus preciados chorizos en conserva todo el año.

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