A los 106.000 kilómetros el andaluz José Antonio García Calvo, "José el peregrino", ha decidido parar de caminar. Nacido en Cádiz hace 66 años, el marinero pasó ayer por Ribadesella de vuelta del que ha sido su último peregrinaje a Santiago de Compostela. "Ya estoy en la recta final", explicaba a tan sólo unos cientos de kilómetros de su casa, en Lekeitio (Bilbao), donde vive.

Ha recorrido esta distancia en los diez años que lleva caminando por una promesa realizada cuando el barco en el que trabajaba naufragó en Noruega y de diecisiete tripulantes sólo se salvó él. Tras siete años recuperándose empezó a caminar y ha pasado por Jerusalén, Roma, Lourdes, Polonia, el Tíbet y varios puntos de peregrinaje en Sudamérica. Todo "sin coger ni un barco ni un avión", resumió ayer.

De su paso por Asturias se queda con la visita al santuario de Covadonga y con una queja, la que lanzó hacia la persona que regenta un albergue de peregrinos en la comarca oriental. "Por no tener los cinco euros que cobra no me dejó dormir dentro y he tenido que dormir en la playa", explicó García Calvo, con ganas ya de llegar a su casa. Aseguró haberse encontrado con esta negativa desde Avilés hacia el Oriente, pues apuntó que en el resto del Camino de Santiago le han dejado pernoctar aunque no tuviera con qué pagar el albergue, aunque a la ida sí llevaba dinero.

"José el peregrino" vive con poco más de 400 euros mensuales y lamentó esta situación. "No es bueno que te dejen en la calle y más con la noche que estaba", añadió "José el peregrino", poco antes de encaminarse hacia la estación de tren para tratar de hacer en este medio de transporte al menos un tramo del trayecto que le separa de su casa.