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Las abejas van a misa en Piloña

David Arias, electricista aficionado a la apicultura, elimina un enjambre que anidó a la puerta de la iglesia de Infiesto

El electricista retira el enjambre delante de la iglesia de Infiesto. REPRODUCCIÓN DE CRISTINA CORTE

La iglesia parroquial de Infiesto ha tenido unos inesperados "feligreses": más de 40.000 abejas se agolparon a sus puertas el martes. Los insectos se colocaron formando un llamativo enjambre a un metro de distancia de la entrada lateral al templo, para asombro de los parroquianos que bromearon con la posibilidad de que "los bichos estuvieran haciendo cola para entrar a misa".

Fue una feligresa la que alertada por "un extraño ruido" se acercó a la pared de piedra del edificio religioso y comprobó que había un gran enjambre, por lo que dio aviso al sacerdote local, Manuel García Velasco, alrededor de las dos de la tarde. Éste se puso rápidamente en contacto con la Policía Local de Piloña, que por seguridad acordonó la zona. "Nos dijeron que los Bomberos cobraban por este tipo de intervenciones y luego fue cuando a Jorge, el municipal, y al encargado de obras se les ocurrió avisar a David Arias, electricista del Ayuntamiento, que es aficionado a la apicultura", contó el cura.

Arias, vecino de Belonciu, no dudó en acudir al rescate del párroco local y se presentó en la iglesia con una caja y el traje de protección pasadas las cuatro de la tarde. "Al principio estaban separadas en dos, pero luego formaron un solo enjambre a metro y medio de altura", explicó el electricista. "Con un cepillo introduje el cogollo principal de abejas en la caja con la esperanza de que pillar a la reina, como así fue, y en cuestión de un par de horas fueron entrando el resto. Cuando les pusimos la caja se revolvieron mucho", apuntó el apicultor, que no se libró de unos cuantos picotazos.

Es frecuente que en época calurosa y de floración, cuando hay mucha comida y las abejas se reproducen -la reina puede poner 100.000 huevos diarios- se forme un nuevo enjambres. La cera de las abejas fue utilizado desde la antigüedad para hacer velas para el culto al ser consideradas hasta el siglo XVIII como animales vírgenes que se reproducían sin relaciones sexuales.

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