"Que se acaba el mundiu" fue la frase más repetida por los vecinos que el 6 de diciembre de 1866 vieron cómo caía del cielo una lluvia de piedras en Cangas de Onís. Las rocas que se dejaron ver alrededor de las diez y media de la mañana en pueblos como Margolles, Parda o Villa resultaron ser un meteorito de inestimable valor científico. La Casa de Cultura de Cangas de Onís acoge hoy, martes, al mediodía, una conferencia a cargo del responsable del Museo de Geología de la Universidad de Oviedo, Luis Rodríguez Terente, para conmemorar el 150.º aniversario del acontecimiento. Antes, a las 10.30 horas, en la plaza Camila Beceña, habrá un "guiño" desde el cielo para conmemorar aquella jornada. Y después habrá un acto institucional.

Poco se sabe de lo que realmente aconteció aquel día de diciembre de 1866 y sólo algunos documentos del cronista oficial del Principado, Constantino Cabal, arrojan algo de luz. Cabal recoge el testimonio del boticario del pueblo, Manuel Rubín, que recogió trozos de meteorito desparramados por distintos pueblos cangueses. Según su versión, la nube reventó sin estrépito y arrojó una lluvia de pedruscos en todas direcciones.

El cronista relata cómo en la riega de San Antoniu pudo recoger el mayor, de más de 11 kilos, aún caliente y cómo llegó a juntar 36 fragmento que se entregaron en la Universidad de Oviedo para su estudio siendo rector León Salmeán. Oxígeno, azufre, hidrógeno, fósforo, cloro o nitrógeno son algunos de los elementos que se encontraron en la analítica de las piezas, según Cabal. Si tuviera vida, la del meteorito no hubiera sido fácil. Su forma imperfecta y negruzca hizo que se salvara de acabar en manos de los que en 1934 entraron a llevarse lo que quedó de la colección que había en el gabinete de Historia Natural de Oviedo cuando éste terminó calcinado por las llamas. Parte de la colección quedó calcinada y otra en manos de los que aprovecharon la coyuntura para saquear lo que se había librado del fuego.

Pero hubo una piedra en la que nadie se fijó: el meteorito de Cangas de Onís, que terminó años después para sostener una puerta de la Universidad y evitar que se cerrara. Quiso la casualidad que un día, en 1955, el geólogo Llopis Lladó entrase por esa puerta y se percatase del valor de la piedra. El meteorito volvió a recuperar su valor perdido y abrió las puertas a una investigación para avanzar en la comprensión del origen de la Tierra. Algunos de esos descubrimientos serán revelados este martes en la charla.