En muchas ocasiones dar un tranquilo paseo por el monte, montar a caballo o andar en bicicleta por el campo, se puede convertir en una actividad de alto riesgo debido a infinidad de trampas en forma de cables de pastores eléctricos pelados que cruzan vías públicas, alambres de espinos colocados para cerrar fincas, baches, o cierres en mal estado. Este tipo de accidentes, mucho más frecuentes de lo que parece, no siempre son denunciados por los afectados.

En marzo de 2014, Manuel Fernández, un ciclista ovetense de 56 años, se tuvo que someter a una compleja operación de cirugía plástica de dos horas de duración para reconstruirle la cara a la altura del labio superior, tras darse de bruces mientras andaba en bicicleta con varios amigos, con un alambre de espino que cerraba el paso por una ruta senderística entre Bueño y Palomar, en el concejo de Ribera de Arriba. El ciclista completaba una ruta que se inicia en San Melchor de Oviedo y finaliza en Cortes (Quirós) cuando no se percató de la presencia sendos alambres de espino que atravesaban el camino. El accidente estuvo a punto de constarle la vida. "Si me coge el cuello me lo corta", señaló días después del suceso el ovetense herido. "Quiero pensar que lo pusieron para hacer daño a los ciclistas. Más bien creo que fue el dueño de una finca contigua para soltar el ganado por la senda", manifestó. Los hechos fueron denunciados y posteriormente investigados por la Guardia Civil.

En Asturias no existe una normativa que regule la colocación de alambres de espino, al contrario de lo que ocurrre en otras comunidades autónomas.