La mejillonera proyectada frente a la costa de Caravia puede provocar turbidez en el agua durante la época de cosecha, que, si bien puede tener lugar durante todo el año, se concentra de agosto a diciembre, cuando la condición del molusco es "excelente" y su peso ya alcanza la mitad del total.
Así lo reconoce el proyecto presentado por la sociedad Mar Abierto. Mejillones del Cantábrico ante el Gobierno regional, cuyo período de exposición pública finalizó el día 7. La estructura básica del sistema de cultivo consiste en un sistema de flotación y una línea continua de tubo de Polietileno de Alta Densidad (PEAD), de los que cuelgan las cuerdas, generalmente de nylon y con una longitud de 12 metros.
En el momento de su colocación, estas cuerdas pesan unos 15 kilos y, al cabo de cinco o seis meses, cuando las semillas de mejillón preengordadas han crecido y se ralentiza su desarrollo, se realiza el "desdoble" de la cuerda en tres a cuatro cuerdas "con individuos de talla más homogénea y una menor densidad de individuos por metro".
Los promotores esperan obtener una producción de 62 toneladas por hectárea y año, "muy baja", explican, comparada con la de una batea en las rías gallegas.
Dentro del proyecto admiten otros impactos ambientales, aunque los califican como "poco significativos" u "ocasionales". Es el caso de la introducción de materia orgánica en el medio durante el encordado y desdoble, el incremento de la turbidez y sólidos en suspensión durante el mantenimiento y la limpieza, así como durante la cosecha, cuando también pueden generarse residuos de laboreo, así como vertidos de residuos biológicos.
El proyecto asegura, en este sentido, que "los detritus y los residuos de cultivo se dispersan completamente, impidiendo la acumulación excesiva de estos residuos orgánicos en el fondo".
