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El oficio más viejo se va de fiesta en Llanes

Naves recupera San Vicente después de 40 años y homenajea a los tejeros Ángel Obeso, Rufo Menéndez, José Luis Tielve y Ramón Gay

Ángel Obeso, Rufo Menéndez y José Luis Tielve, ayer, en Naves. EMILIO G. CEA

"Según el Antiguo Testamento poseemos los llaniscos el más viejo de los artes: tejero. Oficio noble y bizarro, pues en las cosas del barro Dios fue el primer alfarero y el hombre el primer cacharro". Ángel Obeso Nieda, "el páxaru", recita esta coplilla nacida, según explica, en Casa Alejo, el histórico bar de Posada de Llanes considerado como el templo de la xíriga, el lenguaje de los tejeros. Obeso, junto a Rufo Menéndez Arias, José Luis Tielve Celorio y Ramón Gay Vela recibirá el próximo sábado un merecido homenaje por su trabajo como tamargos (como se les llama en xíriga). Lo harán durante el transcurso de la fiesta en honor a San Vicente que se recupera en la localidad llanisca de Naves tras más de cuarenta años sin celebrarse.

"Antiguamente San Vicente era la única fiesta a la que podíamos asistir, pues cuando se celebraba Santa Ana y San Antolín estábamos en la tejera", recuerda Ramón Gay Vela, el abuelo de Naves que hoy sopla 96 velas. En su memoria guarda con nitidez múltiples recuerdos de sus años en la tejera, donde se curtió entre los 8 y los 33 años, antes de emigrar a Venezuela primero, y a Estados Unidos después. En la tejera que su padre tenía en Suesa, Cantabria, aprendió a leer y a escribir, y en la de Dehesa de Montejo nació uno de sus hijos. "Allí estábamos toda la familia", explica.

Rufo Menéndez Arias comenzó su andadura con tan solo doce años. Trabajó en este duro oficio en Mestres (Piloña), Sama de Langreo y Quintanilla de las Torres durante una década, antes de subirse al andamio y ganarse la vida como albañil. "Empecé de pinche y me dedicaba a hacer los recados. Casi todos los recuerdos que tengo de aquella época no son muy buenos", dice. A la tejera, como buena parte de los jóvenes de aquella época, fue junto a un primo de su madre primero, y un tío después. "Carreteaba los ladrillos de la máquina y los ponía a secar. También miraba por la pota de la comida", explica.

De sus años en la tejera guarda multitud de anécdotas. "En 1961 nombraron a Naves pueblo más bonito de Asturias. Quería estar el día de la fiesta y agarré la maleta y me vine. Me estuvieron buscando por Mestres y vino a por mí el hijo del dueño de la tejera", explica. No se olvida tampoco cuando el responsable de la tejera de Quintanilla de las Torres le cosió la "sueldada" a la camiseta, junto al pecho, para que en el tren no le robasen el jornal ganado. "Recuerdo que vine en el tren todo el camino con la mano en el pecho", dice.

José Luis Tielve Celorio, popularmente conocido como "Chispa", cumplió ocho años en la tejera. "Fui para aprender a cocinar y terminé sacando barro de un pozo", sostiene. Como Tamargo suma 19 años en una veintena de tejeras de Bilbao, Burgos o León. "Las tejeras eras buenas o malas dependiendo de cómo te dieran de mayar (comer en xíriga). Guardo recuerdos buenos y regulares. En León pasé mucha hambre y en Bilbao comía bien pero también trabajaba mucho", dice. Sacar los ladrillos del horno era su función. En el País Vasco los tejeros tenían hasta un equipo de fútbol. Tielve enseñaba ayer la foto, vestido de futbolista, a sus compañeros. En el equipo aparecen otros vecinos de la zona que como ellos se ganaban la vida con este duro oficio. "De aquella era lo que había. El tiempo pasaba muy despacio. Nos levantábamos a las cinco de la mañana y terminábamos a las once de la noche. Eso sin contar que si llovía nos teníamos que levantar a recoger el material", cuenta. Las estancias, en ocasiones, se prolongaban más de lo previsto. "Estuve en una cerámica en León y estuve cuatro años sin venir a Naves", sostiene.

"Nací en la tejera, crecí en Posada y me casé en Naves", sostiene Ángel Obeso Nieda. "Marchábamos todos llorando a principios de marzo y volvíamos la mar de contentos en septiembre", indicó.

Una vez casado dejó la tejera por la mina. "Me acuerdo que desde la tejera le veía pasar en autobús cuando iba a la mina y le llamaba a voces", recuerda Rufo Menéndez de su compañero. "En la tejera había también mozas. Muchas de ellas estaban al carretillo. En Melgar una de ellas nos traía Orujo", señala Ángel Obeso para ilustrar el compañerismo que reinaba entre los esforzados trabajadores. "Lo mejor de todo era cuando volvíamos a casa con algunas perras en el bolsillo", dijo riéndose.

La fiesta de San Vicente -recuperada gracias a las hermanas Conchi y María José Cortabitarte, José Manuel Castro, Jacinto Vela, Josí Luis Tielve y el gaitero Santi Galguera- dará comienzo a las 12.30 horas con una misa seguida de procesión con ramu incluido. Santi Galguera tocará la gaita. Habrá también sesión vermú y una comida popular en la carpa del aparcamiento del Cabañón en homenaje a los tejeros seguida de romería. La fiesta concluirá a partir de las 20.00 horas con una verbena. "En la comida están apuntadas 150 personas. Ojalá San Vicente se consolide, vuelva a celebrarse todos los años y se convierta de un día de pachanga y de reunión", indicó Cortabitarte.

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