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Los neandertales de la cueva de Sopeña, los últimos en extinguirse de la Cornisa

La prehistoriadora Ana Pinto destaca la "suma importancia" de la datación en la gruta de Onís, "una de las más interesantes del Cantábrico"

Ana Pinto. REPRODUCCIÓN DE P. M.

Los neandertales de la cueva de Sopeña, en el concejo de Onís, fueron los últimos en extinguirse en la cornisa cantábrica. Así lo han demostrado las nuevas dataciones que un equipo formado por investigadores de varias universidades europeas ha logrado establecer para el norte de la península Ibérica, un trabajo en el que ha colaborado la prehistoriadora y arqueóloga Ana Pinto.

La asturiana trabaja desde hace unos quince años en este yacimiento y las muestras recogidas en las excavaciones actuales han permitido datar la extinción de los neandertales que es, "sin duda, la más tardía de la Cornisa Cantábrica", explica la especialista antes de añadir que "cuando en casi todas partes se habían extinguido antes de hace 40.000 años, en Sopeña han sobrevivido hasta pasados los 38.000 años. Esto es de suma importancia", añade.

El abrigo de Sopeña fue utilizado continuamente por el ser humano desde hace unos 60.000 hasta hace unos 20.000 años. "La mitad de este tiempo lo usaron neandertales y el resto, cromañones", puntualiza la prehistoriadora, que ha sido premio "Príncipe de Asturias" con el equipo de Atapuerca. Es, además, el único yacimiento en Asturias que tiene "una secuencia continua, intacta y completa de niveles arqueológicos sellados horizontalmente uno sobre otro" y con riqueza de materiales relevantes para el estudio de esta "importantísima época de la experiencia humana: la transición del Paleolítico Medio al Superior, es decir, la extinción de los neandertales y la llegada del ser humano actual".

Las dataciones se realizaron con carbono 14 ultrafiltrado y mostraron cómo los neandertales de Sopeña sobrevivieron durante varios milenios después de extinguirse en el resto de la cornisa, hasta hace unos 38.000 años. Esta larga pervivencia convierte al yacimiento oniense "en uno de los más interesantes" del Cantábrico, afirma la experta antes de rememorar que investigadores de yacimientos como la cueva del Castillo, en Cantabria, "llevan muchos años afirmando que el Homo sapiens moderno había llegado allí ya hace unos 40.000 años. Eso significaría que neandertales y cromañones vivieron, como aquel que dice, a un tiro de piedra durante unos 3.000 años", concluye Pinto.

Con todo y vista "la tecnología de los neandertales de la gruta de Sopeña, no parece -por ahora- que hubiera transmisión de tecnología o intercambios con los cromañones de Santander pese a la corta distancia", explica la arqueóloga.

Para entender el contexto de la cueva de Sopeña hay que remontarse a entre 60.000 y 20.000 años, cuando el hemisferio norte se sumió en la última glaciación. "Tras un momento inicial extremadamente frío, la glaciación se estabilizó en temperaturas menos crueles, aunque muy frías, durante muchos milenios. En ese momento empezó la ocupación humana de Sopeña conocida hasta ahora", relata Pinto. Hace unos 22.000 años "hubo otro desplome extremo de la temperatura y en ese frío glacial Sopeña fue abandonada definitivamente".

En cuanto al paisaje, la prehistoriadora describe, durante la ocupación de Sopeña, "un paisaje abierto, con gran visibilidad y poco bosque. Desde la cueva verían a las manadas de elefantes, mamuts, rinocerontes, caballos y bisontes pastando y acercándose al río Güeña a beber al atardecer", narra la experta.

Por otra parte, cuando hay una glaciación "la lluvia que ahora es nieve no vuelve al mar, sino que se acumula encima de las montañas. Eso produce la retirada de la línea de la costa, que se cree que estaba varios kilómetros en lo que ahora es mar adentro". Las montañas tendrían entonces cientos de metros de nieve acumulados y parecerían más altas y espectaculares que ahora. En cuanto a las especies animales presentes, parecen seguir constantes las mismas durante este tiempo: hienas, leones, leopardos, lobos, linces, zorros, osos cavernarios y pardos, martas, fuinas y otros pequeños carnívoros, águilas, buitres, búhos, bisontes, cabras montesas, rebecos, gamos, caballos y ciervos, entre otros. La investigadora explica la excepcionalidad de la región en este plano: "Aún conserva a muchos descendientes de esos animales y los estudios modernos de ADN permiten encontrar a sus antepasados en los yacimientos prehistóricos y comparar sus migraciones, dietas y costumbres".

Uno de los retos de Sopeña es que los restos "son en su mayoría pequeños fragmentos de hueso, prácticamente imposibles de identificar". Hace un par de años investigadores ingleses perfeccionaron un método "infinitamente más económico que el ADN, para identificar la especie animal a partir de la huella de colágeno". Este equipo está colaborando en Sopeña para la identificación de los restos que hasta ahora no se podían identificar y eso "abrirá las puertas a otros análisis que darán más información relevante, como los de isótopos o de ADN".

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