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Un ferrocarril moderno

Las necesidades ferroviarias de la cornisa cantábrica

Un ferrocarril moderno

Hace unos días se reunió en Vigo la llamada "Resoe", siglas que parecen corresponder a una entidad recién creada (una "macrorregión" dicen ellos) en la que se integran los gobiernos de Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León y dos regiones del norte y centro de Portugal. Nada tengo que objetar a semejante coyunda, máxime siendo yo tan devoto de todo lo portugués, aunque permítanme mirar la cosa con escepticismo. Si no somos capaces en nuestra pequeña región de hacer funcionar las más modestas mancomunidades de concejos (fracasadas casi todas por nuestro tribalismo salvaje), malamente vamos a poder formar, y mucho menos liderar, una mancomunidad a escala interestatal, como quiere ser ésta, pomposamente autodenominada "del suroeste de Europa".

Permítanme también no dilapidar mi ya escaso capital de entusiasmo colectivista en semejantes ficciones geopolíticas, útiles para el entrenamiento de repúblicos noveles o para matarratos de los ya apoltronados, aunque debo reconocer que en la citada reunión de Vigo han tratado un asunto de sustancia: el (hipotético) ferrocarril "de altas prestaciones" para la cornisa cantábrica. Si no fuera una milonga más, parecería que por fin estos mandatarios se asoman al exterior y se dan por enterados de que el área cantábrica se está quedando fuera del trazado ferroviario moderno y de la conexión europea, pues el eje atlántico irá de Lisboa a Francia por Salamanca y Bilbao, dándole un bonito corte de manga a todo el cuadrante del noroeste peninsular. Casi nada.

No es de ahora esta política europea tan desfavorable para el noroeste, aunque algunos no se hayan dado por aludidos. Sí se enteró hace más de una década Francisco Álvarez-Cascos, que desde su cúspide ministerial (y seguramente vital) puso sobre la mesa un proyecto de AVE del Cantábrico de ocho millones de euros, que fue tumbado rápidamente por los sucesores socialistas en el gobierno. Faltaría más. Pero si malo era un AVE por estos lares, mucho peor fue no haber presentado otra idea mejor para solucionar los gravísimos problemas del ferrocarril cantábrico actual. La extravagante propuesta de José Blanco de "mini Ave cantábrico" (o "AVE de ancho métrico") sobre la vía de FEVE ni siquiera puede tenerse en cuenta como tal, pues era indigna de un ministro y ofensiva para la sociedad, aunque seguramente válida para el club de la comedia. A lo largo de esa década, perdida tontamente, los problemas de FEVE se multiplicaron hasta unos niveles insoportables, siendo noticia negativa un día sí y otro también.

La línea Oviedo-Santander, inaugurada en su totalidad en 1905, nació llevando en su seno el germen del fracaso, pues quiso ser tan "económica" (recordemos que su impulsora por la parte asturiana fue la Compañía de Ferrocarriles Económicos de Asturias) que, por ahorrar en obras de ingeniería, la hizo con un trazado tortuoso y excesivo, colocando además algunas estaciones, como la de Ribadesella, en lugares muy alejados de las poblaciones. La línea, que vivió sus días de gloria mientras no hubo competencia, cayó en picado en los años sesenta, cuando creció el transporte por carretera, y tuvo que ser absorbida por el Estado. El proyecto (de Oviedo a Llanes) había sido redactado por el ingeniero Jerónimo Ibrán Mulá, un catalán afincado en Asturias que fue director técnico y administrativo de la compañía ferroviaria desde su fundación, en 1887, hasta su fallecimiento, en 1910. Fue, para bien y para mal, el principal responsable de todo lo que se hizo.

El primer intento de un tren "pancantábrico" fue el rápido de Oviedo a Hendaya, impulsado conjuntamente por cuatro compañías norteñas, que funcionó únicamente entre el 25 de junio y el 9 de diciembre de 1914, cuyo viaje se hacía en días alternos -un día en cada sentido- y duraba trece horas y media, con paradas para el almuerzo en Llanes o Bilbao. Quedaba fuera la conexión con Galicia, pues el tramo Ferrol-Gijón, incluido ya en el plan estatal de 1883, no se comenzó hasta 1920 y no se remató hasta 1972, cuando las razones de su construcción (unir los arsenales ferrolanos con los asturianos) habían quedado ya obsoletas. En los planteamientos actuales de la llamada "Resoe" parece que se sigue contemplando la opción ferrolana, cuando creo que sería más adecuado pensar en La Coruña como término. Aunque, considerando que todo este asunto podría no ser más que un mero entretenimiento de ocios políticos, y que ni llegase a la categoría de "globo sonda", creo que no merece la pena gastar neuronas en cartesianas cavilaciones.

Lo que de ninguna manera es ocioso ni trivial es el estado agónico del tren de la costa cantábrica. El trazado, al menos en buena parte del recorrido, no se mejora con aspirinas, y para hacerlo competitivo no basta la cosmética. De poco va a servir electrificarlo, comprar material móvil moderno, reponer balasto y traviesas, mejorar las estaciones (a veces desfigurándolas, todo sea dicho) o dotarlas de fibra óptica si no se hace cirugía mayor. Desde luego, algo mejoraría la cosa si se ofrecieran mejores horarios y más frecuentes, pero lo de la velocidad no tiene arreglo con este trazado infame. Se necesitaría un tren realmente eficaz (no hace falta que sea un AVE, bastaría con un tren rápido, cómodo, barato y frecuente, si a eso se le llaman "altas prestaciones") y no una tartana decimonónica, por mucho perfil aerodinámico que tengan los nuevos automotores, que para nada les sirve. Se necesita modificar radicalmente el trazado para que sea atractivo para los viajeros, construyendo los túneles y viaductos que hagan falta, así como desdoblando la vía. Y en algunos casos convendría una estación dentro del pueblo, no en el quinto pinto y cuesta arriba.

No hay más remedio que invertir en el ferrocarril del Cantábrico, pues la línea ni se puede cerrar ni se puede mantener en las ruinosas condiciones actuales. Y hay que darle al tema la máxima dimensión social y regional, pues el problema ferroviario no sólo atañe al área central de Asturias, como nos quieren hacer ver ciertos colectivos, muy reivindicativos últimamente, que no saben o no quieren ver más allá del ámbito de las cercanías ferroviarias, las de la zona centro, las "suyas". (Una muestra más del rancio centralismo de la clase política y sindical asturiana). Desde luego que las cercanías son muy importantes, incluso diría que imprescindibles, pero estos demandantes deben tener en cuenta que ese no es el plato único de las urgencias del estado ferroviario de la región, de toda la región. Y volviendo a los que gobiernan, hay que decirles que su obligación moral y política es tomárselo en serio, ponerse de acuerdo para la transformación del trazado cantábrico y asumir su parte de la inversión, qué remedio.

A ver si convencen a Núñez Feijóo, que está bien relacionado en Madrid, para que eche una mano, o las dos, en este asunto. Aunque en la reunión de Vigo parece que le puso ojitos al tren cantábrico, dicen que tiene otras prioridades ferroviarias para Galicia (acabar su AVE en 2019) antes de dar el salto a la corte para dar relevo a otro paisano. Entre gallegos anda el juego. Y los demás a mirar y dar tabaco.

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