Un ejército de aldeanas y porruanos salió en procesión ayer por las calles de Cangas de Onís para celebrar el día grande de las fiestas de San Antoniu. Entre la tropa de devotos se encontraba la pongueta Josefa María Traviesa, que a sus 78 años se puso el traje de llanisca por primera vez, animada por hijos y nietos. "Para todo hay una primera vez. Y pienso repetir", aseguró antes de hacer sonar la pandereta en el kilométrico desfile. Su opinión la compartía el catalán Julio Flores, que visitó por primera vez el concejo que vio nacer a su novia, Ana González, y no dudó en ponerse la montera picona. "El vestido es más cómodo de lo que pensaba y la procesión emocionante".

Las celebraciones organizadas por la Sociedad de Festejos de Cangas de Onís (SFC) comenzaron a las diez de la mañana en la capilla de El Robledal, donde tras una misa se bajó al santu hasta la iglesia parroquial de Santa María, al son de la banda de gaitas local.

Uno de los que no quiso perder detalle fue el lugareño Miguel Carrizo, que llevaba seis años sin acudir a su cita con San Antoniu por trabas profesionales. "Perdí un par de encargos laborales por estar aquí, pero merece la pena. Lo que más me gusta es que no hay barreras y se juntan pandillas de todas las edades y condiciones", valoró. De devolver al santu a sus aposentos en El Robledal junto a seis ramos se encargaron vecinos como Enrique Valdés, los varones de la familia Nachón y Chaso, José Manuel Fonseca y Cástor Carracedo, entre otros. "Llevo años sacándolo y estoy muy orgulloso, pero creo que es necesario que las nuevas generaciones tomen el relevo, hay sitio para todos", apuntó antes de la puya del ramu, en la que Antonio Longo, "El Chapi", pagó 220 euros por un queso de Gamonéu, una docena de huevos y panes.

En la fiesta canguesa también hubo espacio para las reivindicaciones de mano de la vecina de Tornín Marta del Valle que optó por vestir a su hija Gala, de 4 años de edad, con el traje de porruano "por comodidad, economía y feminismo", indicó. El toque internacional del día festivo lo pusieron visitantes como el mejicano Pancho Nachón, natural de Xalapa de la Cruz. "La experiencia fue mágica. El folclore es increíble", señaló. Su opinión la compartía Javier Puente, cangués que lleva siete años viviendo en México: "Me gusta venir para la fiesta porque la gente está contenta".