El gijonés Nemesio Heredia, científico del Instituto Geológico y Minero de España, desgranará hoy, en Cangas de Onís, algunas de las anécdotas vididas durante sus expediciones a la península antártica en los años 2002, 2004 y 2008. La charla divulgativa tendrá lugar a las 19.30 horas en la Casa de Cultura canguesa.

Las dificultades de trabajar a baja temperatura ocuparán buena parte del coloquio. El investigador constata que los cambios en el clima son palpables en la Antártida. "En el interior no se nota tanto porque está muy muy frío, con más de 4.800 metros de espesor de nieve, pero en la perifera sí se aprecia", apuntó.

El científico aseguró ayer a este periódico que lo que le llevó a la Antártida fue en realidad su curiosidad por saber cómo se formó la cordillera de los Andes. "Investigamos cómo se separó la Antártida de América del Sur y cómo se abrió el Paso de Drake, lo que aisló para siempre a la Antártida, donde quedan rocas antiguas de más de trescientos millones de años" contó.

Especialista en Cartografía Geológica y en las relaciones entre tectónica y sedimentación, el geólogo gijonés lleva más de dos décadas investigando la geología de los Andes, un lugar al que volverá este mismo sábado para continuar con sus investigaciones durante un par de semanas.

La expedición la conforman seis expertos, cuatro de ellos argentinos. Los trabajos se localizarán en el altiplano de la Puna, ubicado entre las cordilleras occidental y oriental de los Andes, en el norte de Argentina, casi en la frontera con Chile. Más concretamente en el volcán de Quevar, que cuenta con nada menos que 6.130 metros de altitud. "Partimos de que en el basamento hay una fractura por la que sale magma", explicó.

El objetivo del viaje no es otro que el de confirmar si el volcán de Quevar se encuentra alineado con otros cercanos, de menor elevación.

Heredia asegura que lo más difícil será "aclimatarse" porque ganará más de 4.130 metros de altura en muy corto espacio de tiempo para pasar la primera noche en San Antonio de los Cobres.

En la mochila del investigador no faltarán el martillo de geólogo, la brújula, una tablet, el ordenador ni un botiquín.