"Hay que ser valientes, votar, unirse y luchar pero respetando al que piensa diferente y sin venganzas: el odio no sirve de nada. Fue el consejo que la militante nonagenaria Ángeles Flórez, más conocida como "Maricuela", dio ayer a los alumnos del Instituto Rey Pelayo de Cangas de Onís.

La charla se enmarcaba dentro de unas jornadas culturales para dar a conocer el proyecto "Somos Nombres", distinguido en 2017 con el Premio Nacional de Educación para el Desarrollo. Es el tercer y último año que el centro cangués promueve esta iniciativa que aborda el fenómeno de las migraciones a través del arte, la fotografía y la música. El trabajo busca la participación activa de los estudiantes en la consecución de una ciudadanía global, comprometida con la erradicación de la pobreza y sus causas.

"Maricuela" estuvo acompañada en su intervención por la presidenta de la asociación "Niños de la Guerra", Araceli Ruiz, de 94 años. El testimonio de cómo Ruiz partió siendo pequeña en un barco junto a más de mil niños desde el Musel de Gijón hacia Rusia para huir de la guerra civil no dejó indiferente a nadie.

Tampoco la intervención de "Maricuela" testigo vivo de la historia al haber presenciado la II República, la revolución de octubre de 1934, la guerra civil, y pasado por la cárcel y más de medio siglo de exilio. Flórez habló de cómo se hizo miliciana tras el golpe de estado y fue condenada a 15 años de cárcel. "Estuve en un penal cuatro años, con sólo dos mantas, un plato de aluminio y una cuchara de madera.Te tirabas en el suelo y no tenías ni almohada. Salí en libertad vigilada y me casé", contó.

"La posguerra fue peor. En 1948 había crímenes terribles, cogían a la gente y la echaban a los pozos. Me vinieron a detener y tuve que estar 17 días en una habitación. Me fui para Francia clandestinamente en una barca con mi hija pequeña, lo puesto y mucho peligro. Viví feliz en el exilio pero siempre pensando en España y participando en manifestaciones", explicó. Los aplausos fueron sonoros cuando apuntó que tiene todas las esperanzas puestas en la juventud, "a la que instó a "no quedar con los brazos cruzados". "Hay que salir a la calle, luchar por una España moderna, humana, en la que todo el mundo pueda comer", dijo.

El alumnado del IES Rey Pelayo también recibió la visita del fotoperiodista cántabro Olmo Calvo, que desde el año 2009 documentó los registros que muchos inmigrantes sufrieron en Madrid. "A la gente la paraban por el color de piel para deportarla pero esta realidad se intentaba ocultar, se decía que eran controles antiterroristas o de alcoholemia y con la excusa del miedo a la ETA no nos dejaban sacar fotos, nos borraban las tarjetas", narró. "Hay que construir pueblos en los que tenga cabida todo el mundo, no crear guetos", concluyó.

Su trabajo aparece publicado en el libro "Huellas de luz, registros del dolor" del docente Chema Castiello, que también estuvo presente en el acto, al que además acudió la Directora de Cooperación al Desarrollo, Gimena Llamedo.