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El abad abre la puerta al mecenazgo para rehabilitar la "campanona" de Covadonga

Adolfo Mariño reconoce que la pieza está deteriorada, pero señala que el santuario tiene que hacer frente a "otras prioridades más urgentes"

La "campanona" de Covadonga, ayer. CRISTINA CORTE

La restauración de la "campanona" de Covadonga tendrá que esperar. Pese a que el abad del real sitio, el avilesino Adolfo Mariño Gutiérrez, mostró ayer su preocupación por el deterioro que muestra la pieza, a su juicio "hay otras prioridades más urgentes que atender". No obstante, Mariño no cierra la puerta a que algún mecenas se haga cargo de la inversión necesaria para la restauración.

La "campanona" se instaló a mediados de los años cincuenta del siglo pasado en el santuario y desde entonces es uno de los emblemas más fotografiados de Covadonga junto a los leones o la fuente de los siete caños. La pieza se ubica en el talud que hay poco antes de la entrada a la Cueva, a mano derecha, y permanece vallada para evitar actos de vandalismo. Desde siempre su función en el real sitio ha sido meramente decorativa, aunque no pocos visitantes le lanzaron piedras para hacerla sonar, agravando sus desperfectos.

Hace algo más de un lustro, en la oficina de turismo se instaló un sistema mecánico que permitía mover desde allí el badajo con solo presionar un botón, pero sucesivas averías impidieron la continuación del servicio.

La "campanona" de Covadonga fue realizada por los altos hornos asturianos en la Compañía Metalúrgica de La Felguera a finales del siglo XIX. Pesa unos cinco mil kilos, tiene tres metros de altura y ha sido una donación al santuario del Conde suizo de Sizzo-Noris y de Luis González Herrero. Obtuvo el primer premio y la medalla de honor dentro de su categoría en la Exposición Universal de París de 1900, convocada para mostrar al mundo las novedades tecnológicas, científicas, industriales y artísticas que estaba trayendo la industrialización. En la factoría del Conde Sizzo se quiso estar a la altura del momento presentando esta obra maestra que ahora permanece escondida entre la maleza en Covadonga.

Su decoración, que representa escenas de la Divina Comedia de Dante, es obra de Xaviero Sortini.

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