Los propietarios del bar La Central, situado en la localidad llanisca de Nueva, se llevaron un buen susto en la madrugada del 3 de enero, cuando les llamaron para avisarles de que dos encapuchados habían intentado forzar la puerta para acceder al interior del local. "Pasó una pareja en coche, los vio y llamaron a la Policía, pero al verlos se asustaron y se fueron", cuenta el dueño del establecimiento, Pancho Fernández.

Para él, estos desagradables episodios no son nuevos. De hecho, ya ha sufrido hasta cuatro robos en el establecimiento, si bien el último ocurrió ya hace tres años. Por eso, cuenta que no han dudado en aumentar las medidas de seguridad, como la instalación de una alarma de última generación, cámaras y, próximamente, "una verja metálica, que ya está encargada".

Eso sí, a pesar de todos los impedimentos que este hostelero está poniendo a los amigos de lo ajeno, pide que desde el Ayuntamiento se tomen las medidas que se habían anunciado hace ya dos años, cuando una oleada de robos agitó al concejo, siendo en aquella ocasión la localidad de Posada la más perjudicada. "¿Dónde están las cámaras? Hace dos años instalaron los postes para ponerlas", lamenta Fernández, quien reclama más seguridad, ya que solo una de las cámaras llegó a colocarse. "A esas horas por aquí no suele pasar nadie; si no hubiera sido por esa pareja no sé lo que nos habríamos encontrado", lamenta.

Y es que Fernández explica que los mayores problemas para ellos no radican únicamente en los objetos que les sustraigan, sino que en otras ocasiones en las que ha sufrido la visita de los cacos los quebraderos de cabeza más grandes han llegado por culpa de los destrozos causados, como por ejemplo en la máquina de tabaco o en la tragaperras.

"Igual vienen y se llevan 100 euros, pero destrozan una máquina que vale 4.000", explica Fernández sobre experiencias anteriores, cuando una de las máquinas que tiene en el bar apareció a varios metros de distancia totalmente inservible por los golpes que había recibido.

Por el momento, este intento ha sido un caso aislado tras una época de calma, pero el hostelero reclama medidas para impedir que se convierta en costumbre.