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"Nos sentimos abandonados", claman en Purón ante el mal acceso a la localidad

El último argayo en la carretera es la gota que colma el vaso de la paciencia vecinal

Víctor Piñera, en la zona de la carretera donde tuvo lugar el argayo. EMILIO G. CEA

Dejar de ser invisibles. Eso es que piden los vecinos de la localidad llanisca de Purón. La situación de "abandono" del pueblo es palpable, según explican, desde hace años. El argayo que el pasado miércoles se llevó por delante más de diez metros de carretera y fue reparado de urgencia, es la gota que ha colmado el vaso. La obra en la LL-5 ejecutada a finales de 2014 por Carreteras no solo no ha mejorado la seguridad sino que, dicen, la ha empeorado.

Víctor Piñera, alcalde pedáneo, dice estar cansado de pedir mejoras en el vial. "Vas al Ayuntamiento y te dicen que las actuaciones dependen del Principado. Se pasan el problema unos a otros", dice. El último argayo, al margen de la ingente cantidad de agua caída, tuvo lugar, según el alcalde, tras taparse los desagües una vez se intervino el año pasado con el objetivo de ensanchar la vía para que pasase el camión de la basura.

"Pedimos que nos tengan en cuenta. Sería aconsejable hacer una mantenimiento de la carretera y del pueblo de vez en cuando para que no pasen estas cosas. No creo que cueste tanto", señaló Piñera en la jornada de ayer. La estrechez y los varios centímetros de asfalto echados encima de la vieja capa levantaron más la vía y hace inviable que, en los lugares donde antes los coches se podían apartar para poder cruzarse, hoy sea materialmente imposible. "La gente de fuera ve con sorpresa la peligrosidad de la carretera", cuenta el alcalde.

La situación del camino que une Purón con San Roque por la zona más interior tampoco es buena. Se trata de una especie de pista ganadera de 4 kilómetros que, en caso de urgencia, podría ser utilizada por los vecinos. "Hace años que no se limpia", explica Piñera. Mejorar viales públicos o cambiar las tuberías de la traída del agua que en la mitad del pueblo son de uralita, es otra de las reivindicaciones de un pueblo con varias casas de aldea y 23 vecinos, población que en verano se multiplica por cuatro.

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