Posada exhibió ayer en público su unión a prueba de todo: del paso de los años, del invierno... Y es que la parroquia celebró La Candelaria, una fiesta que estuvo perdida durante unos cuarenta años pero que desde su recuperación sirve de unión entre todos los pueblos de la zona.

Tras la vuelta de la fiesta en 2010 gracias a un grupo de vecinas, hace dos años se recuperó también una antigua tradición: que cada una de las localidades de la parroquia acudiera a la celebración con un ramo para acompañar a la Virgen en procesión. Ayer partieron desde el colegio Don Orione hacia la iglesia un ramo pequeño y otros siete grandes procedentes de las localidades de Posada, Lledías, Quintana, Piedra, Turanzas, y Bricia, además de uno aportado por el propio colegio. "Esta fiesta es una forma de unir a toda la parroquia, de que haya una unión total en Posada, como debería ser en otros sitios", comenta el alcalde de barrio, Miguel Ángel Villaverde, que participó en las celebraciones junto al resto de alcaldes de barrio de los pueblos participantes.

La comitiva la abrieron haciendo sonar la gaita y el tambor los hermanos Julián y Conchita Herrero, que precedían a los ocho coloridos ramos. Tras ellos, escoltando y acompañando la figura de la Virgen, un buen número de mujeres hacía sonar sus panderetas para anunciar el paso de la procesión, que se contemplaba con las imágenes del niño y La Candelaria. Una celebración en toda la parroquia de Posada que terminó con la misa y la subasta de todos los roscos de pan, dulces y salados, de los que se componían los ocho ramos.