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El Molín de la Pevida, historia viva en Llanes

Los hermanos Antonio y Belén Sobrino siguen moliendo maíz en Vibañu, como - ya hicieran sus padres y sus abuelos

El Molín de la Pevida, historia viva en Llanes

Las tradiciones se van perdiendo. Con el paso de los años, muchos de los antiguos oficios van desapareciendo o poco queda de la esencia con la que nacieron. Sin ir más lejos, en el concejo de Llanes llegaron a estar en funcionamiento hasta sesenta molinos que abastecían de harina a todos los lugareños. Hoy, en la pequeña localidad de Vibañu, todos ellos encuentran su refugio del olvido en el Molín de la Pevida, un antiguo molino que aún continúa en funcionamiento gracias al incansable trabajo de los hermanos Antonio y Belén Sobrino.

El origen de este molino se pierde en el tiempo, si bien existen referencias sobre él ya en 1752, cuando pertenecía al Conde de la Vega del Sella. Después, el conde se desprendió de él y, finalmente, acabó en manos de la familia Sobrino, en concreto de sus abuelos: José Ramón Sobrino y Dolores Díaz. "Mi abuelo no se dedicaba solo al molino, era también albañil, fontanero y labrador, lo que hiciera falta, y con mi abuela atendían el molino", relata Belén, quien recuerda su infancia en la casa familiar que su padre, Ramón, construyó para ella y sus hermanos en la parte alta, donde el ruido del maíz convirtiéndose en harina era la música que los envolvía. "Antes se molía durate todo el día y toda la noche, pero el ruido no nos molestaba porque estábamos acostumbrados, solo lo notábamos cuando cambiaba por algo o cuando faltaba", recuerda la mujer, quien no duda en ensalzar el incansable trabajo de su madre, Amada Sánchez, más conocida en Vibañu como Amada "La Molinera", quien se encargó de moler el maíz nada menos que hasta los 92 años. Eso sí, para que su trabajo no fuera tan duro contó con algunos inventos de su marino, Ramón, que le facilitaron el trabajo, como, por ejemplo, una máquina construida a partir de un motor de lavadora que permitía tamizar, o peñerar, como se dice en la zona, la harina de forma automática.

Y es que el proceso de moler el maíz es largo, por lo que muchos de los antiguos clientes de la familia pasaban tardes enteras allí mientras se preparaba su harina. "Cuando éramos críos me acuerdo de que la gente pasaba aquí la tarde charlando", rememora Belén Sobrino.

Hoy en día, ella y su hermano siguen moliendo maíz al estilo más tradicional en este Molín de la Pevida para unos pocos clientes y, para seguir con la tradición, continúan sin cobrar en dinero este servicio, sino que se les paga con la maquila: la parte de la harina que el molinero se quedaba tradicionalmente para consumo de su familia o para vender. Una forma de mantener vivo el recuerdo de su infancia.

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