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El gestor del hotel rural que se queja de las pitas ruidosas sufre "acoso"

José M.ª García denuncia dificultades para sus clientes a la hora de aparcar, en Cangas de Onís

El dueño de los apartamentos rurales de Cangas de Onís que denunció a un vecino porque sus gallos cantaban a horas intempestivas impidiendo el descanso de sus clientes asegura estar sufriendo una campaña de acoso para obligarlo a cerrar el negocio en Sotu. "No quiero pronunciarme más porque de momento el asunto está en manos de mi abogado", apuntó ayer José María García.

Según contó a LA NUEVA ESPAÑA, es frecuente la aparición de excrementos de animales delante de su negocio así como la ocupación de las plazas de parking de las que dispone el pueblo con vehículos agrícolas para dificultar el estacionamiento a sus clientes. García defiende que "no es normal" las horas a las que cantan los animales del gallinero contiguo a su apartamento y que según un estudio del Laboratorio Asturiano de la Edificación superan los decibelios permitidos.

Dicho informe, al que ha tenido acceso este periódico, confirma que en la madrugada del 6 de febrero los gallos próximos al sonómetro cantaron a las dos, las cuatro, las cinco y las seis de la mañana, en diferentes intervalos. El dueño del gallinero, Fernando Villarroel, está negado a deshacerse de las pitas y gallos pese a la existencia de una ordenanza municipal que aconseja la clausura de las instalaciones por carecer de licencia de apertura. Villarroel anunció alegaciones a dicha resolución a la que no encuentra sentido, "pues en los pueblos toda la vida hubo aves" y "no está claro" que las suyas sean las culpables del ruido.

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