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Pregonero del Festival de la avellana y exdirector del Instituto de Infiesto

Argimiro García: "Trabajé muy a gusto en Infiesto porque hay buena gente y por los chavales"

"Echo mucho de menos el instituto, no tanto la dirección, pero sí la relación con los alumnos"

Argimiro García. R.M.M.

Argimiro García es un salmantino de nacimiento, de Macotera para más señas, ovetense de adopción y piloñés de corazón, que el domingo tendrá el honor de pregonar el Festival de la avellana de Infiesto. No defraudará porque casi toda una vida dedicada a la docencia -aunque de joven iba para periodista- le da las tablas suficientes como para lograr conectar con una audiencia en la que se encontrarán muchos de sus antiguos alumnos del Instituto de Infiesto, que también dirigió.

Algunos le recordarán por haber sabido despertar el interés por la Historia en una edad en la que es un asunto que más bien inquieta poco gracias a su gran didáctica, la misma que utilizará para hablar del fruto más identificativo de los piloñeses. Podría haber sido un buen periodista, si las circunstancias así lo hubieran querido, y de haber seguido su vocación inicial, pero optó por ser profesor y consiguió ser uno de esos docentes que dejan huella. Incluso, algún alumno siguió sus pasos. En Infiesto le quieren devolver parte de su entrega durante años a la enseñanza en la capital de Piloña haciéndole pregonero de su fiesta más señera, el Festival de la avellana.

- ¿Contento por ser el pregonero de esta edición del Festival de la avellana?

-Sí, claro, es un orgullo una consideración tan grande. El Alcalde (Iván Allende) me dijo el curso pasado que a lo mejor me lo proponía porque estaba interesado en vincular el Festival con los 50 años del Instituto, pero creí que se le había olvidado? Cuando me lo planteó, pensé que de las tradiciones de la avellana no sé, y siempre habrá gente más entendida, pero algo sí sé del instituto, y acepté.

- Se jubiló hace un año, ¿qué tal lleva el retiro?¿Echa de menos las clases y el día a día con los chavales?

-Echo mucho de menos el Instituto, no tanto la dirección, pero sí la relación con los alumnos. A veces voy por ahí y pienso en que alguna cosa me podría venir bien para dar clase, hasta que me doy cuenta de que ya no la doy (risas).

- ¿Qué significa para usted la docencia?

-Es mi vida. Estuve dando clase desde el 72, fueron muchos años, y eso que no siempre tuve vocación de profesor. Mi idea era estudiar periodismo, pero tenía un tío que estaba trabajando en un periódico de Salamanca y me aconsejó que hiciera la carrera de Filosofía y Letras, y, si me seguía interesando, me dedicara al periodismo. Pero acabé haciendo la especialidad de Geografía, Historia e Historia del Arte. Una vez que estás ahí, la línea está más o menos marcada. Empecé dando clases en la Escuela de Turismo de Oviedo y a Infiesto llegué en el curso 86-87.

- ¿Y qué significa Infiesto en su vida?

-Infiesto significa todo. Me sentí muy a gusto aquí. Pude haber pedido el traslado para otro instituto porque siempre viví en Oviedo y hacía todos los días 100 kilómetros, pero no quise. Hay que valorar más el lugar donde trabajas que la distancia. Yo ya de aquí no me muevo, dije, y eso que he tenido oportunidades.

- ¿Qué fue lo que le hizo estar tan a gusto en Infiesto y que tuviera una acogida tan grande?

-Trabajé siempre muy a gusto porque hay muy buena gente y por los chavales. Como en Infiesto nunca me encontré en ningún sitio, aquí me sentí especialmente bien.

- Habla de los alumnos, en plena adolescencia y con una edad complicada. ¿Cuál es para usted la clave para conectar con ellos?

-Relacionarse bien con los alumnos y llegar bien a ellos porque, si no, lo tienes todo perdido.

- ¿Ya tiene escrito el pregón?

-Estoy en ello.

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