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Las vacas todavía se uncen en Lozana

Los piloñeses Víctor Molina y Loli Bermúdez mantienen la tradición - y son la sensación con su carru del país en desfiles y cabalgatas

Víctor Molina, con su carru tirado por vacas en el desfile del Concurso de sidra casera de Infiesto. M. M.

Lozana es uno de los pocos lugares de Asturias en los que sigue chirriando el carru del país. Es el de Víctor Molina Lobo y Loli Bermúdez Barro. Son una pareja que mantiene en Piloña una tradición casi en peligro de extinción; tanto que son una atracción en muchos desfiles y fiestas. El crujir de la rueda de este carro, tirado por una pareja de vacas, retroatrae a muchos al pasado rural de la región.

Fue hace años, coincidiendo con el segundo Mercado tradicional en Infiesto, cuando se animaron a participar. Lo hicieron motivados por el bando municipal en el que informaban que se premiaría a los vecinos que bajaran en carro. Ellos no lo dudaron y allí se presentaron. "Causó gran sensación", recuerdan. Muchos se alegraban porque les decían que hacía 35 años "que no oían cantar un carru del país". Lo gracioso es que "no sabían qué era lo que pasaba y se tiraban a los balcones, a ver qué era", recuerdan. Así que se convirtieron en un reclamo en sucesivos mercados.

El carro se ha convertido en casi una reliquia porque los modernos tractores le hicieron la competencia y lo fueron dejando atrás. "Era el tractor de la época: servía para cuchar, llevar leña, maíz, manzanas, hierba... de todo", explica Víctor Molina. Indica que es el freno lo que hace que el carro chille. Se debe al roce de una madera contra otra. Además, ha de ser de una madera dura, para que sea resistente, porque en el carro entraba de todo.

Víctor Molina y Loli Bermúdez, vestidos según la moda de antaño, representan una tradición que se va perdiendo. Con su carro y sus vacas han ido a ver a los reyes, don Felipe y doña Letizia, a Poreñu (Villaviciosa), cuando entregaron el premio "Pueblo Ejemplar de Asturias". También llevaron en su carro a unos novios que se casaron en Pola de Siero e iban ataviados con los trajes regionales. También son fieles al desfile del Concurso de sidra casera de Piloña y a fiestas como las de Caleao (Caso), para llevar a la Virgen, y las de Nieda, Narciandi y Casielles, lugares en los que ponen su toque de tradición y asturianía.

"Ya no las unce nadie", lamenta Víctor Molina, en referencia a sus vacas, pues es casi una excepción, ya que él sí las sigue unciendo para que tiren del carro. Es importante que los animales sean mansos y que estén acostumbrados a estar entre el público para que no se asusten en los desfiles ni en las cabalgatas de Reyes Magos, como la de Gijón, a la que también son asiduos.

No obstante, Víctor Molina explica que, antaño, "con carru y caballo no iba nadie al mercado". Pocos eran los que se podían permitir ese lujo. Es más, en la mayoría de las casas había un burro, simplemente porque come menos y cuesta menos alimentarlo, una cuestión importante a tener en cuenta en épocas de escasez económica.

Lo habitual era bajar en burro los lunes al mercado a Infiesto. Cuando no tocaba ir a pie, era el medio de transporte habitual, que venía muy bien para volver a casa con la compra. "Un lunes en Infiesto habría más de 200 burros", rememora. Eran los años sesenta del pasado siglo. Las xarrés estaban solo al alcance de las familias más pudientes. "Eran de cuatro ricachones", apunta, y también eran más espectaculares.

Víctor Molina y Loli Bermúdez son valedores y continuadores de una tradición que siguen manteniendo viva en Lozana, Piloña. Con ellos sigue chillando el carru del país, tirando por unas vacas que todavía se uncen, como ocurría antaño.

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