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Los niños tejeros de Llanes

Ocho pequeños aprenden la dureza y las costumbres del oficio perdido y se llevan a casa tejas personalizadas: "Esto es lo que más mola"

Daniela y Ana, firmando sus tejas durante el taller. EVA SAN ROMÁN

"¿Sabéis cómo iban los tejeros desde Llanes a León?, preguntó ayer al inicio de la clase Mónica Balmori a los ocho alumnos que tenía delante. Julia Lama, de cinco años, levantó educada la mano creyendo tener la respuesta acertada: "Yo creo que en avión", apuntó. A ninguno de los presentes, de entre siete y nueve años, les llamó la atención la respuesta; de hecho, Ana Herrero, que estuvo "alguna vez" en León "y está algo lejos", apoyó la moción de Julia. Pero se equivocaban.

"Iban andando", les corrigió la profesora Balmori, que durante la mañana de ayer impartió en la Casa de Cultura de la Villa el taller infantil "Tejeros por un día". Los pequeños se sorprendieron de la caminata que tenían que hacer aquellos hombres. "Los tejeros no tenían dinero, trabajaban mucho y dormían poco", les explicó Balmori. Así que a estos pequeños alumnos se les quitaron las ganas de recuperar el oficio. No quitaba aquello para que los "morranchos" (críos) aprendieran con mucho gusto, y mucho barro, a hacer "las tamarguinas" (tejas) en los "cadavaos" (moldes de madera) y de paso anotaran las palabras en un folio "para que no se nos olviden".

"Esto es lo que más mola", se decían unos a otros, mientras amasaban la arcilla y, rodillo en mano, la extendían bien antes de colocar el molde de las tejas y hacer sus pequeñas joyas. "Es difícil", aseguraba el pequeño Mohamed Jambé. "¿Les podemos poner nuestro nombre?", preguntaba Daniela Triguero. Y, casi sin dar tiempo a responder, punzón en mano, cada uno se llevó su propia teja a casa con nombre de autor incorporado.

Pero no sólo dieron forma a la arcilla. También aprendieron que los tejeros "hablaban distinto" porque tuvieron que inventar su propia jerga para que el jefe, "el man", no supiera de lo que hablaban y de este modo "pudieran defenderse de él", les contó Balmori. Y así, en un crucigrama dejaron escritas varias palabras en xíriga. Supieron que beso se dice "gomiazu" o que el corazón es el "palpiteru". Y también que aquel oficio fue tan duro entonces como romántico es ahora recordarlo. Ayer fueron ocho los "tejeros por un día", pero el sábado 4 de enero podrán ser otros quienes prueben a ponerse en la piel de estos hombres.

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