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Fórmula llanisca contra el fracaso escolar: "No se logra nada castigando"

El colectivo "El Patiu" apoya a escolares expulsados de las aulas para trabajar "su autoestima"

Dos alumnos durante una de las actividades organizadas. EVA SAN ROMÁN

Juzgando y castigando no se consigue ningún objetivo. El conflicto, dice Jesús García, presidente de la asociación "El Patiu", "es una herramienta que nos dice qué sucede detrás de quien lo genera", con lo que habrá que afrontarlo desde una postura pedagógica. Por eso, desde hace algún tiempo, el colectivo con sede en Posada de Llanes acoge a adolescentes que son privados del derecho de asistencia a clase (expulsados) de las aulas para que se adhieran a un programa específico, "si todas las partes están de acuerdo", y reciban una educación "donde se trabajan el apoyo escolar y la autoestima". Se trata de que recuperen las ganas de estudiar y de reconducir su vida antes de que sea tarde.

La estrategia funciona. Y por eso, creen, debería ser ampliada y reglamentada. García y su equipo trabajan desde hace dos años para implantar en el oriente de Asturias el programa "Trampolín", una iniciativa que funciona en el centro de la región y en otras comunidades autónomas y que trata de reinsertar a los alumnos que tienen problemas de conducta y suponen un escollo para la educación tradicional. Un escollo para sí mismos, para los profesores y para el resto de alumnos con un comportamiento óptimo. Es, en definitiva, "un programa adaptado que se considera una medida educativa excepcional y que está orientado a prevenir el abandono temprano del sistema educativo por parte de los alumnos menores de 16 años que presenten trastornos graves de conducta en los centros docentes y que, además, presenten desfase académico significativo y generalizado en la mayoría de las materias". Porque el objetivo es incluir, nunca excluir.

"Los alumnos con trastornos de conducta suelen ser apercibidos en el sistema educativo con la aplicación lógica de un reglamento necesario", explica García. Les aplican, en definitiva, una medida disciplinaria y les expulsan a sus domicilios durante un período que puede llegar a quince o veinte días. Durante ese tiempo, se supone, familiares y alumnos deben reflexionar sobre el motivo de la expulsión. Después, vuelven a las aulas y, a menudo, a los pocos días se sucede la siguiente expulsión. El sistema educativo tradicional "no sostiene el comportamiento de estos chavales que vuelven tras la expulsión sin estar recuperados y con su problema de conducta agudizado. Al final, acaban en casa (terminan fuera del sistema educativo)", dice.

Es ahí donde, desde hace tiempo, trabaja "El Patiu" ofreciendo esa formación a los alumnos expulsados. El pasado año acudieron en esos períodos más de 15 escolares de Parres, Ribadesella y Llanes, "y lo hacían porque querían", ya que la iniciativa es puramente opcional. "Esto indica que los chavales son los que quieren cambiar", pero hay algo tras su conducta que debe ser tratado con equipos como los que pone a su disposición "El Patiu", esto es, psicólogos, educadores y docentes especializados. Este año ya "han pasado cinco alumnos por el programa". El problema "va cada vez a más" y genera "estrés a los docentes y una falta de pérdida de dinamismo en las clases para los alumnos que sí quieren estudiar bien", señala García. Porque "un chico no es malo por tener un mal comportamiento, sino que en la mayoría de los casos se trata de una llamada de atención para sentirse escuchado". La gestión del conflicto en el aula supone una herramienta necesaria y no incorporada hoy en día para los docentes. Lo que pretenden en "El Patiu" es proponer una alternativa educativa válida y probada que reinserta en el sistema educativo a un alto porcentaje de alumnos con esta problemática. "Podrán acceder a formaciones superiores" y así se habrá evitado un más que previsible fracaso escolar, sostienen.

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