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Un jabalí ataca a un perro junto a las casas en la localidad llanisca de Cue

Los vecinos piden medidas para ahuyentar al suido, que suele merodear por la zona

El perro, con las heridas después del ataque del jabalí. EVA SAN ROMÁN

"Kimbo", un perro de ocho años de raza dóberman, resultó atacado el miércoles por un jabalí en una zona habitada de Cue (Llanes), concretamente en el barrio de La Hilera. Los vecinos, que hace tiempo que ven al suido merodear por la zona, subrayan la importancia de tomar medidas antes de que la cosa vaya a mayores.

Como cada día, "Kimbo" paseaba con su dueño por delante de la casa de ambos, hacia las 21:25 horas, cuando escuchó un ruido que lo atrajo. Al aproximarse, el perro se topó con el jabalí, que echó a correr en sentido opuesto, dando la impresión de que había huido. Cuando el perro se giró, el jabalí volvió por sorpresa y lo atacó. Ni el propietario ni el perro tuvieron tiempo a reaccionar, y para cuando el animal salvaje abandonó el lugar "Kimbo" tenía heridas en varias partes de su cuerpo. Al llegar a la clínica veterinaria confirmaron que el músculo del glúteo exterior estaba seccionado, que el glúteo medio estaba rasgado y que también había rasguños importantes en la zona del vientre. La veterinaria que lo atendió tardó algo más de una hora en coser al animal, que ayer aún estaba dolorido y postrado, sin apenas poder moverse a consecuencia del dolor.

El dueño resultó ileso porque logró zafarse del jabalí tras el ataque del perro, a quien cogió en brazos para salir corriendo de la zona. Los vecinos subrayan la importancia de tomar medidas porque no es la primera vez que el jabalí baja por la zona, para sorpresa de quien se lo encuentra. "Es grande", aseguran, y se le ha visto en más ocasiones por el espacio donde se ubican los cubos de basura.

Desde hace unos meses los jabalíes son bastante frecuentes en las zonas habitadas de Llanes. El pasado mes de enero un suido atravesó corriendo la calle Pidal de la villa de Llanes. Desorientado, tal vez huyendo de una cacería, acabó atravesando varias calles de la capital hasta llegar a la costa, donde no encontró más salida que hacia el mar. Al final, el animal acabó yendo hacia el tendedero de redes y los acantilados que lo rodean. Por fin consiguió escaparse a toda velocidad, para cruzar de nuevo el pueblo, junto a las casas desde las que los vecinos observaban estupefactos.

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