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Relatos sobre vitela

Piloña en el universo de Salvador Rueda

La extraordinaria relación del renovador de la poesía española con el concejo del que se enamoró en 1891

Piloña en el universo de Salvador Rueda

En la historia de la literatura española el nombre de Salvador Rueda (1857-1933) ha quedado cincelado con letras de oro al ser considerado el insigne poeta malagueño como el renovador de la poesía española y predecesor del modernismo. Asturias, a la que estuvo tan vinculado, y pese a la labor de investigación y difusión de su obra que llevó a cabo el escritor J. L. Campal, nunca supo valorar ni aprovechar los valores inclusos en su obra poética referida a esta región.

En efecto, los elogios a la región asturiana en varios de sus trabajos dan cuenta de su amor y hasta de la pasión que sentía por esta tierra norteña. Aquí contaba con buenas amistades, periodistas, escritores, poetas, políticos y hasta del mismo Clarín, con quien mantenía, incluso, una fluida correspondencia epistolar.

Mas su vinculación con Asturias estaba estrechamente relacionada con el concejo de Piloña. Había conocido este municipio en el año 1891, con motivo de la invitación que le cursa la dirección del balneario de Borines para la inauguración del citado establecimiento. A partir de este momento, las tierras de Piloña fueron para él fuente de inspiración y lugar que escogería para el descanso, para el relax veraniego que tanto le enriquecía. Y es que Piloña encarnaba para él la esencia de Asturias, de ahí que evocara la grandeza de ésta a partir de las experiencias que le proporcionaba el paisaje, las gentes y costumbre de este municipio, que a principios del siglo XX disfruta de un gran dinamismo económico y cultural.

En el verano del año 1911 Salvador Rueda llega a Infiesto para pasar en esta villa el mes de julio en búsqueda del merecido descanso y para conocer de cerca este municipio, que para él guardaba las esencias de Asturias. Así se lo manifiesta a su amigo, el periodista gijonés Alfredo García García, el conocido como Adeflor, en carta redactada el 9 de julio de 1911 desde la villa, capital municipal: "A descansar", le dice, "vine a esta tierra asturiana. Después de muchos años vuelvo a comprender que tiene demasiadas hermosuras, demasiados prodigios naturales para que el alma pueda permanecer tranquila". Aquí, ciertamente, se granjea la amistad de amplios sectores de la sociedad, de intelectuales de la época y hasta de los vecindarios rurales, que visita con frecuencia en su afán de enriquecer su investigación costumbrista.

Tanto fue el aprecio que suscitaba su presencia entre los piloñeses de la época que el domingo 16 de julio de 1911 le rinden un emotivo homenaje en la villa de Infiesto con un banquete al que asistieron representantes de la prensa regional, alcaldes, diputados provinciales, militares y un nutrido número de escritores e intelectuales asturianos. En el brindis final tomaron la palabra el escritor piloñés Manuel Rodríguez Salas, que fuera cronista oficial de Piloña, y Pachín de Melás, que le dedica un romance en lengua asturiana.

Pero no fue éste el único agasajo que recibe el vate malagueño en esta tierra, en las excursiones que hacía por las diferentes parroquias del concejo era reconocido y apreciado con la generosidad que caracteriza a los piloñeses. De todas ellas, destacaría la que lleva a cabo por tierras de Belonciu y Areñes, una jornada que incluso llega a destacar la revista local "El Labrador de Piloña", órgano del sindicato agrícola, en su edición del 1 de septiembre de 1911: "El poeta inimitable, el cantor de nuestra rica sidra, nuestros valles frondosos, agrestes montañas, arroyos murmuradores y fuentes claras, ha estado aquí. Beloncio ha sido el pueblo privilegiado que albergó al coloso de la literatura española. Durante la estancia entre nosotros del señor Rueda (?) hiciéronse grandes fiestas en Beloncio y Arenas; banquetes a granel y giras campestres (?)".

Destaca el mismo medio de entre todas estas actividades el convite que se hace en la finca La Zamploña, en la que el poeta escribe sobre la mesa en la que se sirve el almuerzo unos versos, hasta este momento desconocidos en la obra del mismo, y que tienen por título "Lo que dice Asturias".

Dicen sus cantos: "aprendez ternura; / dicen sus robles: aprendez firmeza; / dicen sus cumbres: aprendez grandeza; / dicen sus héroes: aprendez bravura. / Sus manantiales: aprendez frescura; / sus mansas vacas: aprendez nobleza; / su hablar de mieles: aprendez dulzura. / Dice su gaita: ¡aquí está la armonía!; / su sidra de oro: ¡aquí está la alegría!; / su niebla azul: ¡aquí está lo indeciso! / Y sus selvas, sus mares y rompientes / dicen con ríos y águilas y fuentes; / ¡Aquí está Dios, aquí está el paraíso!".

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