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El Concilio de Ribadesella es posible

Una placa recuerda a José Luis Valdés en un edificio cuya tramitación le ocupó 32 años y murió sin ver concluido, sepultado por la burocracia

El Concilio de Ribadesella es posible

Una placa recuerda desde ayer en el edificio Toraño, el de El Concilio de Ribadesella, a José Luis Valdés. Porque todo lo que hay hoy ahí es gracias a él. Un hombre que peleó durante 32 años para conseguir la licencia de obras que por derecho le correspondía, pero que por ineficacia e ineficiencia de las administraciones tardó más de tres décadas en recibir. Comenzó su historia cuando tenía 38 años. Su intención era recuperar un viejo inmueble al otro lado del puente riosellano del que era copropietario. Pero quisieron impedírselo por todos los medios. Cuando murió el pasado 31 de enero de 2020 tenía 70 años. Falleció con la guerra ganada, aunque sin ver ocupado el edificio que tanto le costó construir.

Ahora, 36 años después de que la historia empezara, ayer se inauguró El Concilio, un lugar sobre el que pesa la losa del paradigma de lo que la burocracia puede provocar. La burocracia "y las malas personas". Fernando Valdés es hermano de quien inició la lucha. Se unió a la batalla "hace 16 años y nadie, absolutamente nadie, sabe por lo que hemos pasado hasta llegar aquí".

Ahora Valdés no puede evitar llorar. Igual que lo hizo su hermano el día que recibió la licencia municipal (el 7 de julio de 2016) para poder construir en aquella ruina de su propiedad el edificio que hoy se ve. Son lágrimas de desahogo, de tristeza, de impotencia y de felicidad. Muestran el final de una lucha que, a ojos de Fernando, le costó a su hermano la vida. "Murió de ELA y estoy seguro de que el estrés y los disgustos de este proceso le causaron la enfermedad", lamenta.

En su memoria quedan las "desventuras, las contrariedades y las zancadillas" que sufrieron. Y en su haber dos pisos en el edificio que "disfrutaran nuestros hijos y nietos" en la Ribadesella a la que nunca quisieron renunciar. "Hemos podido con todo, y con todos", abunda Valdés en una conversación donde se encuentran sentimientos de victoria y derrota porque por el camino se quedó su hermano. Pero, ¿cómo hace uno para no rendirse durante más de treinta años luchando contra el sistema? "Con tesón y amor propio", resume Valdés. Y con la fuerza que da saberse poseedores de la razón, aunque haya que batirse en duelo con el Ayuntamiento, con el servicio de Patrimonio del Gobierno del Principado de Asturias y con la Comisión de Urbanismo y Ordenación Territorio de la región.

Contaba en vida José Luis Valdés que "sólo en relación con el Camino de Santiago hemos tenido que presentar documentación tres veces, y ya perdí la cuenta de las que salió a exposición pública". Él tenía derecho a construir aunque los precedentes no eran halagüeños. Las cuatro herederas de El Concilio -entre ellas su suegra- habían fallecido con la tristeza de ver literalmente cómo su propiedad se caía. "Allí estuvieron okupas que se iban a resguardar a saber de qué, porque ya no quedaba ni techo, fue horrible verlo", lamenta Fernando Valdés.

El Concilio es una finca de 448 metros cuadrados situada junto al puerto deportivo de Ribadesella, al final del puente sobre la ría y justo frente el cruce que conduce a la cueva de Tito Bustillo. En el viejo edificio de El Concilio se levantó la panadería La Chiquita construida en 1890. En 1970 cesó la actividad y en su lugar abrió, hasta 1983, un bar-restaurante, el Vista al Sella, conocido popularmente como El Concilio, nombre que caló en la memoria colectiva local. Cuando eso sucedió el local había sido vaciado y nada quedó de la vieja panadería. Más tarde se habilitaron allí cinco habitaciones de alquiler, e incluso llegó a funcionar con bar musical, el Chico Pub.

Nada de todo aquello sirvió cuando Valdés quiso recuperar el inmueble. "Un alcalde le dijo a mi hermano que no permitiría que se hiciera rico" y así comenzó una de las primeras batallas. El Ayuntamiento pretendía expropiar la finca pero no lo hacía. Hecho más que suficiente para impedir que se desarrollara urbanísticamente. Valdés presentó varias ideas de negocio con sus respectivos proyectos. Cumplía de forma escrupulosa cada condición, pero siempre era rechazada. Y así pasaba el tiempo y el edificio se iba viniendo abajo hasta ser "un lugar denostado, sucio y lleno de basura".

En el año 2004 el Ayuntamiento descartó la expropiación y aceptó la demolición del edificio y la construcción de otro para usos comerciales. Sin embargo, los promotores no se atrevían a actuar allí, así que la propiedad decidió cambiar el uso para hacer del edificio un lugar residencial. Aquello supuso empezar de nuevo el papeleo. "No sé de dónde sacamos fuerzas", dice Valdés, pero haber llegado hasta allí era ya casi un triunfo. No sabían que este nuevo proceso tardaría otros seis años más. En 2010 Patrimonio Cultural lo paralizó todo al considerar, erróneamente, que el edificio contenía elementos de la antigua panadería industrial, por lo que ordenó "proteger" el edificio solo cinco días después de que el Ayuntamiento aprobara el convenio urbanístico de El Concilio. Otra batalla.

Ningún técnico acudió a comprobar que lo que se recogía en un informe de Cultura era totalmente equivocado. En aquel documento se incluían hornos de la tahona que ya no existían, de zonas de taller y almacén que se habían derrumbado y de elementos estéticos que habían desaparecido medio siglo atrás. Fue la propiedad quien tuvo que demostrarles que aquello era un error. Y no fue hasta un año más tarde cuando el Gobierno reconoció que, efectivamente, lo era. Los técnicos acudieron, entonces sí, a ver el edificio para darse cuenta de que aquello no sólo no tenía interés, sino que estaba "abandonado y altamente degradado", circunstancia que corroboró también la Real Academia de la Historia. El apoyo a la propiedad en un anterior mandato del actual alcalde, Ramón Canal, y de la anterior regidora, Charo Fernández Román, resultó determinante.

Cuando ya parecía que todo marchaba llegó la CUOTA y, con su aparición, un año más de retraso. De nuevo el Principado solicitó informes y documentos que ya tenían, pero que no buscaron. Los propietarios, pacientes hasta más no poder, volvieron a presentarlos. Tres años más tarde y mil y un batallas más, el convenio fue aprobado con todos los parabienes.

"Fue un acto entrañable", resumió ayer Fernando Valdés sobre la inauguración del nuevo edificio Toraño en Ribadesella. Hubo bendición a cargo del cura de Ribadesella, José Ramón Fernández Abad, en la foto, en la planta del sótano. Los asistentes recorrieron el lugar y al final se descorcharon una sidras en el prado al lado del bloque, donde figura la placa en recuerdo del promotor, el malogrado José Luis Valdés, informa Andrés ILLESCAS.

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