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Los daños del lobo en el Cuera desesperan a los pastores: “Acabarán por extinguirse las cabras”

“No hay convivencia posible, la gente ya lo deja por aburrimiento, porque nadie hace nada por solucionar esto”, claman los ganaderos

José Amieva, con su rebaño de cabras, ayer, en San Roque del Acebal. | Reproducción de Eva San Román

La reciella se acaba en la sierra del Cuera. La Asociación de Ganaderos, Agricultores y Afines al Medio Rural (Ganagri) alerta de que “el lobo ha extinguido ya los rebaños de ovejas y cabras” que pastaban en los 180 kilómetros de puerto que forman las Peñamelleras, Ribadedeva, Cabrales, Onís y Llanes. Según denuncia el colectivo, la situación viene de lejos, de hace más de una década, pero ahora se ha agravado hasta el punto de que muchos afectados están optando por abandonar la actividad.

Los responsables de la asociación explican que fue en 2004 cuando comenzaron a detectar “manadas” de lobos en la zona. “Entonces se nos ponía en entredicho y decían los gestores y protectoras de animales que eran perros asilvestrados. Más adelante, se comprobó que eran lobos y se nos dijo que eran individuos aislados, errantes procedentes de los Picos de Europa”, señalan. Pero se quedaron, según los ganaderos, y poco a poco los rebaños menores han ido desapareciendo. Y esta circunstancia no sólo afecta a la actividad económica, también tiene consecuencias ambientales porque “la desaparición de ovejas y cabras provoca un desequilibrio en el ecosistema con una pérdida de biodiversidad grave”. No en vano, “estos animales mantienen las brañas y pastos de manera más eficiente que el ganado mayor”. El lobo del Cuera, dicen en Ganagri, “se debería erradicar”.

Las últimas bajas las han registrado las cabañas de dos llaniscos, Iván Mier, de La Pereda, y José Amieva, de San Roque del Acebal. Mier tenía 120 cabras y las subía a pastar a lo alto del Cuera.

“Nunca habrá equilibrio”

“Cada año dejaba allá entre veinte y treinta”, recuerda. Poco a poco fue descendiendo el número de animales hasta tener 86. La última primavera que subió con ellas al monte “quedaron allí, muertas, 26”. Así que decidió “no dar de comer al lobo” y quitó el rebaño “por puro aburrimiento”. Y “que los ecologistas no vengan a decirme que fue por no cuidarlas, porque no es verdad”, advierte. El joven tiró la toalla porque “no hay convivencia posible, que no busquen, que el equilibrio entre el lobo y el ganado nunca lo va a haber”, insiste.

El único horizonte “viable”, señala, es aquel en el que “se cumpla la norma y que en el Cuera no haya lobos”. “Si realmente podemos ver que no los hay, que no hay daños, quiero volver a tener cabras, pero no quería seguir perdiendo dinero, que es lo único que hice durante estos años”, lamenta. De momento, se queda con las vacas, las 110 que tiene.

Lo peor, es que si no hay ganado menor, “irán a por lo que haya”, apunta Andrea Rodrigo, esposa de José Amieva, otro de los ganaderos afectados. Su suegro y su marido atesoraban un rebaño de más de cuatrocientos animales. “Un año quedaron en el Cuera 90” y el desánimo empezó a acentuarse.“Ahora tenemos 30, que no subimos al monte, porque para qué”, explica.

“Y eso que somos zona libre, deberían respetarlo, el lobo no sólo mata para comer, porque llega a un rebaño, mata, y come a una, el resto sólo quedan muertas”, añade.

Ganagri culpa de la situación a las administraciones, “a la autonómica y a la local”. “No hacen nada, no ejercen su responsabilidad ni promueven la eliminación del lobo en esta sierra. A día de hoy no hay declaración institucional de ningún ayuntamiento pidiendo su eliminación. Nosotros damos de comer al lobo, perdemos dinero y encima tenemos que estar callados ante la presión de los conservacionistas ”, añaden desde el colectivo.

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