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“El lobo nos echará hasta de las queserías”, advierte el productor más joven de gamonéu

“Da igual que guardemos los animales de noche, andan por aquí de día”, lamenta José Luis Alonso tras sufrir el último ataque en Enol

José Luis Alonso, ayer, con sus ovejas en Gumartini. | Eva San Román

“En unos años lo único que va a quedar en las queserías son goteras”. La sentencia es de José Luis Alonso, el productor más joven de gamonéu del puerto, que, enfadado y desanimado después de que el lobo atacara a su rebaño de ovejas a escasos metros del lago Enol, vaticina que muchos de sus colegas tirarán la toalla. Las incursiones del cánido se suceden sin interrupción, para desesperación de ganaderos y pastores, que ya no saben qué hacer.

Eran las 10.30 horas y el pastor estaba metiendo las ovejas al potrero. “Vi que me faltaba un lote, el mismo que cuando las había soltado por la mañana se había ido en dirección a la Porra Enol”, cuenta Alonso, que salió a buscarlas. “Vi asomar a cinco de ellas corriendo y otras cuatro un poco más tarde. Y dos metros detrás venía el lobo. Si no estamos allí y empezamos a dar voces coge a la última y la mata. A plena luz del día, esto ya es insostenible”, se queja el quesero.

La última vez que el joven elaborador recibió al consejero de Medio Rural en su cabaña de la majada de Gumartini (Cangas de Onís), recuerda, “me prometió muchísimas cosas de las que se ha hecho una cuarta parte. Nos mienten siempre y luego, cuando protestamos, nos quejamos y maldecimos, nos acusan de salvajes a los ganaderos”, lamenta Alonso, que considera que “lo que está pasando es una vergüenza, nos toman por tontos. Lo único que queremos es trabajar, nada más, y los lobos aquí no pueden estar, está claro que no es un animal compatible con nosotros”.

Los pastores critican la inacción del Principado: “Nos toman por tontos, es una vergüenza”

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Alonso apunta que el problema se ha dejado correr demasiado tiempo y ahora los lobos “anden por aquí como si fueran perros, estamos hablando de ataques a plena luz del día. Nadie nos puede reprochar que no guardemos por las noches a los animales; no es que no los cuidemos, es que da igual que lo hagamos. A estas alturas la solución es ya difícil, lo dejaron pasar y ahora es incontrolable. Pero cuentan que no aparecen y los estamos viendo nosotros todos los días. Yo sé que decirlo no es lo correcto, pero hay que matar. El problema llega cuando matar a un lobo es algo peor que matar a un paisano. Esto no se sostiene, lo miren por donde sea”, reprocha. Así las cosas, el futuro “pinta mal porque hay pastores que están hasta el cuello. Va a llegar el momento que no tengamos nada que perder”, advierte el joven quesero.

Alonso decidió este año no subir al puerto a un rebaño de cabras, las dejó pastando en el valle. “No quería que me las matara”, afirma el pastor, basándose en su experiencia, ya que perdió otras 19 a lo largo del verano.

“Me gustaría que alguien que trabaja en una oficina y desprecia de esta forma la reciella fuera a ver cómo estaba aquella finca donde las metí y cómo está ahora. Está totalmente limpia. Con cabras y ovejas no hacen falta desbroces ni quemas, ellas se encargan de mantener limpio todo, como ha sucedido siempre”, subraya. Por eso la política a seguir, opina, “es la contraria” a la que se plantea. “Cada año debería subir más reciella porque así iríamos recuperando esto”, dice refiriéndose a un parque nacional en donde la cotolla cada vez gana más espacio a las camperas.

“Yo tengo claro que no voy a abandonar, pero la ilusión cada día es menor”, asume. Alonso tiene vacas y rebaños de ovejas, unas 200, y cabras (más de cien). “Las tengo porque me gustan, este trabajo es vocacional, pero no porque me rente tenerlas. Dentro de unos años, en lugar de ese rebaño me quedaré con 40 de cada y a correr, que para hacer queso me sirven, pero es que no debería ser esa la filosofía. Si la reciella se acaba el monte también, pero eso o no lo ven o no lo quieren ver”, sentencia.

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