La comisión que determina a los galardonados presta especial atención a colectivos con dificultades para el acceso a la lectura, como la población con discapacidad, personas mayores, enfermas, y también las acciones más innovadoras que incentiven la convivencia social e intergeneracional. Y en esto, los colungueses tienen una matrícula de honor.
Cuenta Tania Alonso, responsable del centro de Lastres, que parte de su trabajo en el Club de Lectura “El Faro” ha sido despertar las ganas de leer y de escuchar a la población más envejecida.
“Hemos ido desarrollando acciones de lectura fácil” que, inicialmente, eran presenciales y que la crisis sanitaria les obligó a reinventar. Así que cuando el coronavirus llegó para separarnos socialmente hubo que dejar de leer de forma conjunta y de realizar actividades relacionadas con la comprensión lectora, “creé un grupo de whatsapp en donde les voy leyendo fragmentos de libros, frases cortas, sin muchas descripciones”, explica. Ahora toca “La vuelta al mundo en 80 días” y una vez recibido y escuchado el audio “les voy haciendo preguntas y vamos completando actividades”, detalla.
El público al que se dirige “es mayor, a veces con dificultad para leer, el más vulnerable”, resume. Y así, poco a poco, despierta en ellos no sólo la imaginación, sino la magia de todo lo que rodea a los libros, y a las letras. “Es sencillo y muy gratificante acercar los libros a la gente que no pudo ir a la escuela”, dice Alonso.
La pandemia también vino a paralizar otras iniciativas relacionadas, como la que Menchu Blanco desarrollaba en la residencia del ERA de Lastres, “donde iba todas las semanas a leer a los residentes”. El confinamiento frenó aquello, pero la idea es recuperarlo, para que desde Colunga la lectura se vaya acercando más a todos.