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Ribadesella, con el corazón “dolorido y desbordado” para despedir a Daniel Peón

El vicario Jorge Cabal pide a amigos y familiares del joven fallecido al ser golpeado por una rama que no se dejen apoderar por la tristeza

El féretro de Daniel Peón Carrera es introducido en la iglesia de San Esteban de Leces ante amigos y familiares. | Eva San Román

El silencio y el dolor marcaron ayer la despedida que Ribadesella pudo darle a Daniel Peón Carrera, el joven de 30 años que murió el pasado martes cuando le cayó encima la rama de un árbol mientras trabajaba en una poda forestal en una finca cercana a la carretera de Tereñes. La crisis sanitaria marcó el número de amigos y vecinos que pudieron asistir al funeral que se celebró en la iglesia de San Esteban de Leces, oficiada por el vicario Jorge Cabal. Enmudecidos y muy afectados escucharon al clérigo, unos dentro del templo y la mayoría fuera de él, asumir que la tristeza en estos momentos “apodera al corazón” y éste “está dolorido y desbordado por un acontecimiento con el que no contábamos y ha golpeado fuertemente a la vida, un momento que cuesta encajar y entender”.

Daniel Peón era, a juicio de quienes lo querían, una persona insustituible, pero “hay que elevar la mirada más allá de lo que estamos viendo”, propuso Cabal. “La muerte tiene un poder muy grande y no entiende de nada, es una realidad que está cerca de nosotros siempre. La única alternativa que tenemos es ver más allá, en ello hay que poner la mirada y el corazón. No es verdad que la muerte tenga la última palabra. No es verdad que el destino de Daniel sea un simple cementerio”, explicó el sacerdote. Pero lo hizo consciente de que “a los que quedamos aquí nos duele”.

Sin embargo, apuntó, “la vida es un soplo comparándola con la eternidad. Esta vida es una escuela para entrar en la vida definitiva a la que todos estamos llamados. Entrar en el cielo no nos quita la vida, pero aquellos que ponen su confianza en Dios encuentran en él consuelo y esperanza. Si nos quedamos en la pena y la tristeza se apoderarán de nosotros. Si ponemos en Dios nuestra confianza nos dará consuelo para vivir y la certeza de que no hoy despedimos a Daniel para siempre, sino que le damos un hasta luego. Porque a la vuelta de la esquina nos volveremos a encontrar con él”, abundó.

Daniel vivía en el pueblo riosellano de Abéu, con su padre, y se había criado en la localidad llanisca de Nueva, con su madre. Desde el concejo de Llanes acudieron sus amigos, con quienes creció y vivió la mayor parte de su experiencia vital. Pero sus vecinos riosellanos también lo despidieron con pena y entre sollozos.

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