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Las cuevas, bajo metro y medio de nieve

Las grutas en las que maduran las piezas quedaron sepultadas por los temporales y los accesos se despejaron pala en mano

Guillermo Pendás, delante del agujero excavado para acceder a su cueva hace ya unos días.

El cuidado del ganado para obtener la leche necesaria para el queso, la elaboración del producto y controlar su maduración durante meses es ya de por sí un trabajo duro. Las cuevas donde curan están a una altitud muy considerable: hay que cargar la mercancía, en mochilas o en caballo, para subirlas hasta allí y volver cada poco tiempo para voltear las piezas. Los trayectos de ida, monte arriba, superan la hora de duración y siempre con bastante peso a la espalda. La situación se complica, y mucho, con las nevadas de cada invierno. La última, una de las más grandes de los últimos años, a causa del temporal “Filomena”, a principios de enero, dejó metro y medio de nieve en localidades como Sotres.

Entonces, no solo se borraron las rutas hacia las cuevas, sino el propio rastro de estas. Los productores han de subir para localizarlas, tratando de aproximar, con buena orientación y a ojo, el punto donde puede encontrarse el acceso. A veces lleva más tiempo y a veces menos, cuentan algunos de los elaboradores estos días en las redes sociales, donde han relatado la situación a la que se enfrentan cuando el espesor de la nieve lo oculta todo.

A su cueva, llamada “Los Mazos”, fue días atrás, esquíes en los pies y pala en mano Guillermo Pendás, de la Quesería Los Puertos, en Poo. A todos los elaboradores les lleva horas subir, muchas más de las que es habitual. A algunos les ayudan a abrirlas , pero el trabajo de retirar el espesor de nieve lleva en ocasiones mucho tiempo y esfuerzo físico.

Javier Díaz, entre la nieve con los animales, a mediados de enero, en pleno temporal. R. P. T.

“La nieve te complica mucho más el trabajo. Si normalmente tardas una hora caminando en llegar a ellas, con nieve ponle 4 horas. Luego ponte a abrir la entrada, que a veces nos lleva hasta tres días y, a continuación a hacer el trabajo, claro”, relata a LA NUEVA ESPAÑA Jessica López, de la Quesería Maín, en Sotres. Y, ¿habrá quien considere que con un precio de venta de 35 euros el kilo es un producto caro?. “A veces si hay gente que llega a la tienda y nos dice que lo es, sí ha pasado”, señala López.

“Todos los inviernos vienen temporales de nieve, unos más suaves que otros, pero sabemos que vivimos donde vivimos y que te cae una nevada y tienes que trabajar con ello. Yo sé donde me fui a vivir y lo hago. Mi queja no es esa. Otra cosa es que nos tengan incomunicados, con una pala del año catapún y sin los servicios que deberíamos tener. Estuvimos tres días aislados, con la carretera cortada. Yo tengo que sacar pedidos diariamente y, al final, se pierden clientes. Parece que hay que vivir en el mundo rural como hace 50 años. Y yo creo que no tiene por qué ser así”, concluye.

Javier Díaz, de la Quesería Maín, subiendo con cabras hacia el refugio de los animales, en Sotres. R. P. T.

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